lunes, 30 de marzo de 2009

"El mundo está mal"

¿Alguna vez les pasó que se golpearon contra el mundo, como quien intenta levantar vuelo y le cierran la puerta en la cara en pleno carreteo?

Es el problema de ser idealista: nunca el mundo será lo que uno quisiera.
Una amiga se rió mucho hace unos días cuando le dije seriamente "es que el mundo está mal", y cuando hablamos días después, se seguía riendo de mi frase.
No es pesimismo ni depresión. Es seguir esperando en el ser humano, y decepcionarse a veces y sentirse una tarada porque una espera lo mejor y a veces se choca con lo peor.
Mi mamá me bautizó en mi infancia "la eterna inconforme", y a pesar de que el mensaje que recibí era de que eso "era malo", nunca me quise curar.

¿A alguien más le pasa que no quiere resignarse a que "las cosas son así", "es el sistema", "hay que dar para recibir", "time is money", y tantos aforismos que quieren aplastar nuestros idealismos? ¿Alguien más se anima a seguir siendo un inconforme en nuestro mundo, para intentar mejorarlo?

Finalmente, no es tanto pedir: uno sólo espera que cada uno haga lo que tiene que hacer, asuma las responsabilidades que le tocan, e intente no estropear las cosas más de lo que están. Y si existe alguien valiente, que además haga algo, mínimamente, por intentar mejorar un poquitito las cosas. Nada más pido. Pero difícilmente lo encuentro.
La norma es hacer lo mínimo, sobrevivir lo más placenteramente posible dentro de un sistema establecido por otros sin hacer nada por cambiarlo, no mirar hacia los lados, no ver al Otro, no preocuparse por nada que no toque el propio bolsillo, moverse falsamente en la sociedad cubierto por máscaras para cada ocasión, no comprometerse con nada ni nadie, no empeñar nunca la palabra, disfrazar las realidades, echar culpas hacia afuera, resignarse a la ineficiencia institucionalizada o a la corrupción, mediocrizar lo que podría ser sublime (como la educación!), burocratizar las relaciones humanas, poner trabas al crecimiento ajeno, buscar el éxito inmediato sin esfuerzo, hacer "como que" se trabaja, llenarse la cabeza de farándula para no pensar seriamente en nada, agredir a los demás como método de defensa, considerar normal que algunos vivan relegados de la sociedad o pierdan su dignidad, porque "total son los otros", o porque históricamente ha sido así...

¿Por qué seremos tan... como somos, los seres humanos? ¿Por qué preferimos vivir alienados de nuestra esencia, antes que tomarnos el trabajo de vivir una vida con sentido? ¿Por qué no vemos todo el daño que hacemos, simplemente por dejar de hacer el bien?

¿Qué, acaso me tengo que "resignar"? ¡Qué verbo que odio con las entrañas!
No, seguiré siendo una "Idealista Irredimible"... aunque me choque todos los días con el mundo. Cuenten con eso.

jueves, 26 de marzo de 2009

Mundo cambiante y globalización

Mientras trabajo concentradamente en mi proyecto de investigación (hoy tengo que entregar un avance del mismo), les comparto una reflexión a partir de algo que leí:

«La globalización está cambiando nuestro paisaje en elementos fundamentales. En Europa, las lenguas nativas están dejando paso al inglés, el idioma de la globalización, y los observadores pronostican que se va a llegar a un continente anglófono desde Moscú hasta Calais a finales de este siglo. Mientras tanto, en Los Angeles, un 70 por ciento de alumnos de sus escuelas son hispanohablantes y la oficina del censo nos indica que en menos de 40 años la mayoría de los estadounidenses no será de ascendencia europea» (Jeremy Rifkin).

Me deja pensando en esas configuraciones hegemónicas del mundo que reinaron durante el siglo XX: todo visto desde Europa y Estados Unidos como "marcadores de pauta" del mundo...
El mundo es mucho más complejo y diverso que como se creía, y en este siglo es urgente que abramos la mente a otras configuraciones de mundo y nos abramos a re-conocer al Otro, que en este mundo global ya no está tan lejos: todos somos vecinos.

Hoy se habla de que estamos viviendo en la "sociedad del conocimiento", pero en realidad la carencia principal que tenemos, es la de poder lograr una "sociedad del reconocimiento".

martes, 24 de marzo de 2009

Confesiones pedagógicas

El siguiente texto que comparto con Ustedes, mis queridos lectores, es el primer borrador de un trabajo que tengo que entregar dentro de dos meses, por lo que me gustaría recibir sus retroalimentaciones, críticas y sugerencias.

Corresponde al género de "ensayo personal", que es un ensayo donde se involucran las vivencias personales, dentro de un marco reflexivo más amplio, que re-signifique esas vivencias en nuevos sentidos de vida… Me falta agregarle referentes teóricos sobre lo que digo, pero quise escribir primero desde mis vivencias "en puro", antes de teorizar.

Escucho sugerencias.

La pedagogía y yo

Nunca quise ser docente. Nunca me gustó la escuela.
Desde muy pequeña percibí la institución educadora, como una cárcel de la mente.

Cuando mi respuesta no era la que esperaba escuchar la maestra, ésta era considerada incorrecta o fuera de lugar, y automáticamente dejada de lado como un posible pensamiento válido, interesante o valioso.
Cada vez que mi mente soñadora se iba por la ventana, trepando por las ramas de los árboles añosos, era abruptamente traída de regreso, hacia un tema abstracto y poco interesante para ella. Los métodos pedagógicos que conocí en mi infancia, me dieron la sensación de una aburrida pérdida de tiempo.
El centro de esa educación estaba siempre fuera de mí, de mis intereses, de mis ideas geniales, de mis ganas de jugar, de mi espontaneidad. Tenía que cumplir con un modelo que era muy distinto a mí, y que me resultaba odioso. La niña perfectita, con su uniforme bien planchado, su corbata firme en el cuello, sus medias altas y sus zapatos lustrados, un peinado prolijo y unos movimientos femeninos y decorosos… todo eso no era yo, y tampoco quería serlo.

Como aún no tenía claro qué o cómo quería ser, pero sí tenía claro lo que no era ni quería ser, y a pesar de ello el entorno educativo me obligaba a aparentarlo, mi mente empezó a funcionar en un segundo canal, albergando un mundo paralelo. Sólo estando en ese mundo paralelo, mi estancia física en el salón de clases se hacía soportable.
Así, me imaginaba todo lo que se podría hacer para que los niños a quienes no les gustaba el colegio pudieran ser felices aprendiendo, permitiéndoles por ejemplo escribir historias fantásticas, o ver películas de lugares lejanos, o jugar a representar las batallas de las que se habla en la historia, o inventar aparatos desconocidos para resolver situaciones de la vida cotidiana, o… ¡tantas cosas se me ocurrían para hacer, en lugar de estar sentada escuchando, escuchando y escuchando!

Sin darme cuenta, desde los 7 u 8 años estaba pensando en la pedagogía. Estaba elaborando, desde mi descontento por el sistema educativo imperante, una nueva forma de educar, una idea acerca de cómo debería ser la educación.
Lo que menos quería para mi vida, era transformarme en uno de esos seres que hacen desagradable la infancia de los niños. Sin embargo, estaba pensando en educar.

Tengo que decir que la mayoría de mis maestras fueron buenas personas y no tengo reproches que hacer, ya que el problema no estaba centrado en ellas, sino en todo un sistema en el que todos teníamos que funcionar cumpliendo un rol impuesto.

Algunas de esas maestras fueron más importantes para mí que otras, y sin darnos cuenta, se empezaron a transformar en personas a quienes yo les creía. Este dato no es menor, ya que soy una persona que no le entrega su fe a cualquiera. Para que alguien se gane el derecho de ser importante para mí, y más aún, para que yo le crea, tiene que ser un verdadero modelo a seguir.
Durante los 12 años que pasé por la escuela, encontré varias personas dignas de mi fe y de mi admiración. No se ganaron este lugar fácilmente, ni pudieron imponerme el cariño en nombre de la autoridad que emanaba de su cargo, ya que nunca nadie logró imponerme nada en contra de mi voluntad a lo largo de toda mi vida. No. Fueron personas que supieron conjugar dos elementos que no se enseñan en ninguna escuela de formación docente, sino que pertenecen a las personas especiales. Estos elementos fueron: el quererme sinceramente a mí, tal como soy, valorando mi persona como algo valioso; y el ser consecuentes en su vida, no intentando enseñar lo que no eran capaces de vivir.
En mi adolescencia, encontré personas con estas características en otras instancias extraescolares, y me vinculé afectivamente con ellas, con mucha intensidad. Estaba dispuesta a seguir hasta el fin del mundo a las personas que reunían estas dos simples características, pero en cambio, con el resto de los adultos yo me presentaba como un ser díscolo y apático. Sólo les creía a quienes percibía como personas consecuentes, y de quienes sentía que me querían bien.

Desde los 14 años de edad, tuve ocasión de enseñar a otros en instancias no formales, movida por una necesidad interior de compartir lo que había recibido, lo que sabía. A los 18 años me incorporé en mi propio colegio, como maestra de púberes de 11 años. Desde entonces, nunca he dejado de enseñar y de tener un rol de cierta autoridad con personas menores que yo –y algunas veces mayores- en virtud del conocimiento.
Durante todos estos años de ejercer la pedagogía aún sin quererlo, estuve en conflicto con el sistema imperante, que me obligaba a disciplinar conductas y a llenar otros cerebros de ideas ajenas, cuando yo en realidad sólo quería transmitir experiencias y formar personas libres.

Retomando mi historia, hoy me cuestiono: ¿Qué me llevó a estar relacionada con la pedagogía, a lo largo de toda mi vida? Y también: ¿Qué me movió a ocupar un rol que odié desde niña? Parece inexplicable… pero necesito explicarlo de alguna manera.

Haciendo una relectura de mi vida, puedo decir con certeza que ésta está marcada en etapas claras, a partir de las personas valiosas que conocí y que representaron, en cada momento, un verdadero modelo a seguir. Algunas las encontré dentro de un sistema educativo formal, otras no.
La persona que más me marcó en la infancia, fue una maestra que tuve en 4º y 5º de primaria, María Cristina. Hoy tengo la dicha de seguir en contacto con ella y poder compartir como grandes amigas, incluso como colegas. En la adolescencia, una joven que coordinaba un grupo juvenil en el que yo participaba, Mónica, fue quien más me marcó. También con ella sigo disfrutando de la amistad y no ha dejado de ser la joven consecuente que despertó mi admiración. Ya en la adolescencia tardía, una joven religiosa, Ana, me mostró una forma de vida que me cautivó. Hoy nos consideramos hermanas y amigas, sin necesidad de votos religiosos de por medio. En la juventud, Benito, un sacerdote con gran entrega y compromiso hacia el ser humano, se transformó en mi confidente, amigo y modelo a la vez. Su muerte fue la separación más dolorosa y desgarradora que viví a lo largo de mi vida, y hoy me sigue aconsejando desde el más allá. Ya en la adultez, además de muchas personas realmente valiosas que me enseñan día a día con sus propias vidas… descubrí en mi madre un ser admirable, que aunque siempre había estado ahí, no era tan valorable para mí, por tratarse de alguien demasiado cercano mientras yo crecía, lo que me hacía centrarme sólo en sus defectos.

Todas estas personas –y muchas otras que no nombré- fueron y son mis educadoras, porque yo me dejé educar por ellas. Se transformaron en mis educadoras, desde el momento en que se ganaron mi confianza, mi fe y mi admiración. Muchos otros pasaron por mi vida de estudiante ocupando el rol de “maestra”, “profesor”, “director”, “tutor” o “coordinador”… tal vez eran personas muy eruditas y con mucho para enseñar; pero yo me quedo con las personas que se transformaron en alguien para mí, porque en primer lugar me consideraron alguien importante en sus propias vidas.

Tal vez gracias a estas personas, yo soy educadora. Tal vez estoy realizando lo que quise siempre, desde esos años inocentes en que soñaba despierta: ser una persona capaz de marcar las vidas de otros de manera positiva, ayudarlos a ser felices siendo ellos mismos, mostrándoles con mi propia vida un ejemplo a seguir…
Creo que a lo largo de mi vida, estas personas que me marcaron de forma indeleble, me ayudaron a ir construyendo la persona adulta que soy hoy: la educadora apasionada que amo ser, la amiga incondicional de quienes quiero, la profesional responsable en que logré transformarme, la persona feliz que quiere ayudar a ser felices a muchos otros.

viernes, 20 de marzo de 2009

Fuerzas especiales, impunidad y legalización

En este país hay demasiados policías para la sensación de inseguridad permanente que se percibe. Existen fuerzas armadas de todo tipo:

  • Policía Federal
  • Policía Estatal (de cada Estado)
  • Policía Municipal (de cada Municipio)
  • Policía de Tránsito
  • Policía Preventiva de México
  • Policía Judicial
  • Policía Autónoma Metropolitana
  • Ángeles Guardianes (ONG de policías barriales voluntarios)

En la “guerra contra el narcotráfico” como la llama el Gobierno en su política represiva, quien debe enfrentarlos es el Ejército Federal (la enorme corrupción en las policías hace imposible contar con ellas para esta tarea). Sin embargo el crimen organizado, cada vez más, hace lo que quiere: secuestra, fusila, amenaza, asesina autoridades, y tiene mayor poder balístico que todas las fuerzas armadas juntas. El narcotráfico es el mayor ingreso económico del país, incluso mayor que los ingresos del Estado por la explotación petrolera (EEUU lo calcula como 25 mil millones de dólares anuales), y eso les da mucho poder.

Pero en medio de la impunidad y la impotencia de la ciudadanía y del Gobierno, surgen propuestas de todo tipo para lograr solucionar el problema. Recientemente se aprobó una ley, llamada de “Extinción de dominio”, inspirada en Colombia, que permite expropiar todos los bienes de los supuestos narcotraficantes, sin necesidad de pagarles indemnización; dejando así de lado los derechos ciudadanos a la presunción de inocencia y a la propiedad privada. Se supone que la finalidad de esta ley es quitarle fuerza económica al crimen organizado. También hay un partido político que propone legalizar la drogadicción, para terminar con el problema, y listo (lo que no es delito no hay que perseguirlo, y “quedamos todos en paz”). Y lo más increíble es la propuesta que se presentó en estos días al Congreso: realizar un padrón nacional de adictos, y que el Estado, a través del Sistema de Salud Pública, les proporcione gratuitamente “las drogas que necesitan para su vida” (sic), a fin de bajar la demanda de droga en “el mercado”, y debilitar así a los narcotraficantes. Nadie habla aún de cómo lograr esto (¿transformándose el Estado en cliente de los narcos?), y menos aún de las posibles consecuencias de la realización de esta propuesta. Tampoco piensan que más de la mitad de la droga que entra por la frontera del sur, sale por la frontera del norte, ya que está destinada a los consumidores de droga del país Consumidor por excelencia.

No es mi intención aquí hacer juicios acerca del tema, ya que reconozco su gran complejidad; pero me llama poderosamente la atención la creatividad que surge de la desesperación y la impotencia frente a un grave problema social.

lunes, 16 de marzo de 2009

Percusiones estelares

Este fin de semana fui a un recital de “Las percusiones de Estrasburgo”, grupo del cual hasta ahora no conocía nada; pero resulta que es el primer ensamble musical formado sólo por percusionistas, existe desde 1962, lo integran sólo los mejores percusionistas del mundo, y además de interpretar piezas musicales compuestas sólo de sonidos emitidos por metales, cueros y maderas, experimentan e investigan sobre música y percusión.

Esta presentación, llamada “Le noir de l’étoile”, de Gérard Grisey, consistía en “dar voz” a los sonidos emitidos por el sonar, o sea, amplificar con instrumentos humanos, los ritmos de las estrellas pulsares. Eran seis músicos, cada uno sobre un pequeño escenario, con su propia torre de sonido, y parlantes que amplificaban sólo lo que cada uno tocaba (no se mezclaban los sonidos en una sola consola). Las seis torres formaban un círculo, con unos 80 metros de distancia entre una y otra. ¿El público? Por todos lados. Era un anfiteatro natural de unos 800 metros de diámetro, hundido al centro, y uno podía estar adentro o afuera del círculo de escenarios. Yo estaba afuera del mismo, y sin embargo, era impresionante diferenciar los sonidos, de acuerdo al lugar de dónde provenían.

Seguramente estar en el centro sería alucinante, pero yo no podía llegar hasta ahí, ya que el anfiteatro natural, dentro de una reserva ecológica, en realidad era un campo de rocas volcánicas, que además de ser filosas no fueron bien acomodadas por la naturaleza para cumplir la función de auditorio, y estaban además intercaladas con hierbas silvestres de un metro y medio de altura. Con mi esguince en recuperación, seguir saltando piedras torcidas en la oscuridad no hubiera sido prudente. Sin embargo, el entorno natural –llamado “Espacio escultórico” supongo que por las esculturas naturales de las rocas- fue perfecto para percibir con todo el cuerpo las vibraciones de la obra que se ejecutó. Hubiera faltado una noche de Valle de Elqui, con el cielo negro y bien estrellado, pero estábamos en México DF, así que sólo se veían unas humildes 20 estrellas. Recordé mi primer noche bajo ese maravilloso cielo, que ahora parecía estar muy lejos…

Es un espectáculo que recomiendo: si “Las percusiones de Estrasburgo” va a sus países, no se lo pierdan. Su página web es http://www.percussionsdestrasbourg.com/

No photo no vídeo, II

Ayer en la estación de metro más cercana a mi domicilio, me dispuse a fotografiar un cartel que había visto hace tiempo, pero como está justo en el paso, si me detengo los días de semana, la gente me arrolla. Aproveché el domingo y saqué la foto.

Tan dominguera estaba yo, que no noté la presencia de una mujer policía charlando con una amiga civil, a dos metros de mi cartel. Gracias a esa conversación tardó en acercarse, y me dio tiempo de consumar mis intenciones. El diálogo se desarrolló así:

-¿Está sacando fotografías?
-Noooo! Estoy viendo si la cámara tiene pilas.
-Porque está prohibido sacar fotografías
-¿Ah sí? ¿Prohibido?
-Sí, estamos en un recinto federal
-Ah, ¿y en ningún recinto federal se pueden sacar fotografías?
-No, en ninguna zona del metro, porque es todo recinto federal.
-No le puedo creer…
-¿Cómo que no me cree?
-No, quiero decir que no sabía, no me lo imaginaba…
-A. (la interjección fue tan cortante, que colocar la “h” final sería extenderla demasiado)
-Pero fíjese que el Gobierno Federal está organizando un concurso de fotografía sobre la ciudad de México, seguramente Usted vio los posters en las estaciones del metro. Entonces, si yo quiero participar, ¿no puedo sacar fotos en ningún lugar del metro? Porque eso reduce la ciudad a la mitad…
-Como le digo, está prohibido sacar fotografías.
-Sí, ya entendí, pero yo le quiero decir que es un contrasentido del Gobierno Federal.
-(Grrr…) (Sus ojos estaban a punto de salirse de las órbitas, pero se contenía por la investidura)
-Bueno, en todo caso, no quería sacar fotos, sólo estaba revisando las pilas. ¿Ve? Ya se me apagó, tenía poca energía… Hasta luego, y muchas gracias por su información.

Me encanta mi capacidad de discutir con gente que no sabe discutir, es como que me alegra el día. De todas maneras, tengo claro que es un tanto peligroso, por lo que dosifico el placer que me produce, manteniendo conversaciones cortas y abusando de mi habilidad para hacerme la estúpida-simpática cuando las cosas se ponen saladas.

¿Quién dijo que en el colegio uno no aprende nada? Simplemente se olvidaron de explicitarlo en un diploma, pero los doce años de sobrevivencia social entre cuatro paredes me transformaron en una experta en estas artes.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Una de cowboys

Hoy iba caminando tranquilamente por la vereda de una avenida, cuando un bombazo a 10 metros de donde yo estaba, superó ampliamente los decibeles de "Los Abuelos de la Nada" en mis oídos. Inmediatamente, vi un patrullero con un policía asomado por la ventana con una tremenda escopeta, pasando al lado mío. Cincuenta metros más adelante, el BMW que recibió el disparo (qué desperdicio!) zigzagueaba entre los autos.

En dos segundos, todos los transeúntes se habían metido en los negocios, y yo me encontré sola en la vereda, cuando una señora me tironea el brazo para esconderme con ella en un pasillito.

-Cuidado!
-Pero ya se fueron, están como a una cuadra!
-Es que hay que tener cuidado con los refuerzos!
-Ah, ¿la policía acá tiene refuerzos?
-No, los refuerzos de los delincuentes, que persiguen a la policía!
-Ah bueno, me quedo mucho más tranquila... yo sabía que acá reina la impunidad, pero... ¡esto es peor que Argentina!

Pasaron 10 segundos y me despedí amablemente de la amable señora:

-Hasta luego, si no se me va a enfriar el pie y entonces me empieza a doler el esguince. Suerte!

Total, los refuerzos nunca vinieron, porque se ve que estos delincuentes eran improvisados.

lunes, 9 de marzo de 2009

Paquete conectes

Hace 21 días fui a la sucursal de Telmex a pedir el servicio telefónico, en paquete con la conexión de internet inalámbrico, como llaman aquí al wifi. Hace 13 días vinieron a instalar la línea telefónica en mi casa, pero me dijeron que para que empiece a llegar la conexión de internet había que esperar 5 días más. Pues bien, luego de esperar varios días, y haciendo honor a mi naturaleza empecé a reclamar telefónicamente. Las cuatro veces que hablé con alguna señorita, la indicación fue simple y clara: “tiene que tener paciencia y esperar”.

Mientras espero impaciente (no puedo hacerlo de otra manera), reflexiono sobre esta manía/virtud latinoamericana que evidentemente no tengo: la paciencia sumisa que permite pasivamente que otros tuerzan tus derechos. Una posible explicación es que tenemos una herencia cultural creada desde la época de la conquista, que implicaba en esos años someterse al poderoso para salvar la vida, y que hoy se traduce en ser sumiso y cuidar la imagen para “estar bien con todo el mundo”. Para cumplir esto, dejan de expresar lo que piensan en espacios públicos, adulan a quienes tienen un poco más de influencia o poder, casi pidiendo disculpas por existir, y cuando algo no sale como esperaban o les niegan cierto derecho, se resignan calladamente.

Esta sumisión se va enseñando de generación en generación, en las sociedades herederas de la colonización. Aquí en México, sociedad formada en su gran mayoría por descendientes de pueblos originarios, este elemento se ve aún con más fuerza. Pero uno se pregunta ¿por qué los argentinos somos tan distintos en este aspecto, al resto de Latinoamérica? Tal vez tiene que ver con nuestros orígenes culturales: somos muchos más los hijos de inmigrantes europeos, que los hijos de pobladores originarios prehispánicos. Esta masiva llegada de europeos a Argentina en los últimos 120 años, creo que impactó de tal manera en la cultura nacional, que se produjo una ruptura en esa enseñanza intergeneracional de la sumisión, y nos hizo valorizar más nuestra propia dignidad y el ejercicio de nuestros derechos personales y ciudadanos, aspecto cultural que nos llegó desde Europa.

Tal vez de ahí viene la percepción que el resto de Latinoamérica tiene de los argentinos, como que somos muy creídos, arrogantes… tal vez yo diría “poco sumisos”. El problema es que como somos distintos al resto, “ellos” no saben cómo tratarnos, los desorientamos… y no comprenden que no es nuestra intención avasallar a nadie con nuestra personalidad y nuestra postura frente a la vida, simplemente respiramos otra cultura desde que nacimos.

El “paquete conectes” aún no me termina de conectar… y yo no me quedaré sentada esperando ese momento, porque no me criaron de una forma sumisa, sino como un ser humano valioso, con derechos y dignidad personal.

jueves, 5 de marzo de 2009

No photo no vídeo

Algo raro les pasa a los mexicanos con las fotos, que no alcanzo a comprender. En los centros comerciales y lugares públicos del estilo, está prohibido sacar fotos, y si por casualidad desenfundas una cámara, se aparecen dos guardias al lado tuyo en un instante y no te dan tiempo ni de cargar el flash… Si sacas una foto en un supermercado, la gente te reclama que borres la foto si él/ella aparece, y le tienes que mostrar que no, que tu interés estaba centrado en las frutas exóticas y que su peinado de peluquería no está en tu registro fotográfico. Ya les conté también cuando fotografié a los vendedores ambulantes del zócalo, cuál fue su reacción en masa para impedir que los retratara…

Pero la reacción más celosa que enfrenté, fue la de este policía, en una estación del metro.



Cuando me vio yo ya le había sacado dos fotos (sin flash), y vino directo a sacarme la cámara, que yo guardé hábilmente en mi mochila, mientras lo saludaba y le preguntaba cuál era el problema:

-Usted no puede sacar fotos aquí
-¿Por qué no? ¿A quién le hago daño?
-¿Para qué saca fotos?
-Soy turista, un turista saca fotos para entretenerse… si no me entretengo es como si no hubiera hecho turismo, ¿usted me entiende, no?
-Pero tiene que tener cuidado, está prohibido…
-Ay disculpe, se me va el metro, hasta luego, un gusto!

Desde entonces, he desarrollado una gran habilidad manual para sacar y guardar la cámara casi sin ser notada, preparar el zoom adentro de la mochila, luego enfocar sin mirar, y obturar de memoria para sacar la foto…

Todas estas técnicas fueron necesarias para poder mantener mi otro blog, que los invito a visitar. Es una especie de trabajo gráfico-periodístico, para reflejar manifestaciones culturales a través de los carteles.

martes, 3 de marzo de 2009

Valores de la vida cotidiana

Comparando los precios de la vida entre el año pasado, viviendo en Chile, y lo que pago ahora por los productos y servicios, he notado diferencias:

Lo que sale más barato en México que en Chile:
Lácteos, huevos, jamón, hortalizas, confort, carne, champú, taxi, metro, fotocopias, libros...

Lo que sale más caro:

Arriendo-renta-alquiler de propiedades
Sábanas, almohadas, colchas...

En conclusión:
Lo que resulta más caro en la Ciudad de México, es DORMIR.

¡Viva mi insomnio!

lunes, 2 de marzo de 2009

Conjugaciones del verbo "chingar"

Al cumplir un mes de mi llegada a este país, les cuento que voy aprendiendo muchas cosas en México. Entre otras, he aprendido con unos amigos muy académicos, el verbo-sustantivo-adjetivo-pronombre más usado en el vocabulario mexicano: chingar.
Aquí expongo algunos de sus usos más corrientes:

DENOTANDO FRAUDE
Me chingaron
IGNORANCIA
Sepa la chingada
AMENAZA
Te voy a chingar
PRESUMIR
Soy el más chingón
DISTANCIA
Hasta la chingada
DESPRECIO
Vales para pura chingada
CELOS
¿Con quién chingados estabas?
INCONFORMIDAD
¡¡Son chingaderas!! Ya ni la chingan...
PETICION
Vete a la chingada
CALIFICATIVO
Chingaquedito
HOSTILIDAD
¿Y tú quién chingados eres?
FRUSTRACION
Ah que bien chingas!!!
TERMINAL
Esto chingó a su madre
INCERTIDUMBRE
¿Y no nos irán a chingar?
CERTEZA
Ya nos chingaron
ADVERTENCIA
Síguele y te va a cargar la chingada
INCOMPETENCIA
No sé que chingados hacer.
DISCRECION
Chingao
ENOJO
Que vaya y rechingue a su madre
COMPASION
Que fea chinga le arrimaron
TRIUNFALISMO
Ya chingué
DERROTISMO
Me chingué
HUMORISMO
Está bien que chingues pero... a tu madre la respetas!!!
DESPEDIDA
Vámonos a la chingada
CHISME
¿Supiste a quién se chingaron ayer?
ADMIRACION
¡¡¡Tá chingón!!!
ANTIMODERNISTA
Que chinguita con los celulares
INCREDULIDAD
¡¡Ah!! ¡chingá, chingá, chingá!...
ABURRIMIENTO
Pos ah, que la chingada
DENOTANDO UN ERROR
Está de la chingada

LA HISTORIA DE MEXICO
...Hace un chingo de años, los indios éramos bien chingones, pero llegaron los chingados españoles, y bien que nos chingaron!!!