sábado, 29 de agosto de 2009

Empleada pública estudiantil

¿A ustedes también les pasa que cuanto más cosas tienen que hacer, menos se pueden concentrar en hacerlas?

Así fue mi tarde de sábado: tenía que ganar tiempo porque esta semana pretendo participar de un Congreso de tres días en la otra punta de la ciudad, y no puedo por ello faltar a mis clases de posgrado, ni dejar de entregar cinco trabajos diarios que implican el análisis de al menos unas 50 páginas de texto cada uno, ni de hacer un par de power points semanales para alivianarle el arduo trabajo a los profesores. Además, esta semana se suma a la rutina estudiantil de siempre, una prueba on-line y una entrega de avance en mi proyecto de investigación.

La perspectiva era obvia: sábado de estudio. Pero resulta que esta semana estuve pintando parte de mi casita mexicana, y eso implicaba ahora acomodar muchas cosas, y terminar de limpiar las manchas de los pisos y de todos lados, ya que mi forma de trabajar en la casa semeja un concurso de manchas, y no por el elemento artístico precisamente.

Me levanté tarde, porque estaba cansada de la semana, y finalmente porque “para eso es sábado”, ¿o no? Después de desayunar y acomodar varias cosas en el lugar de estudio de la casa, que estaba vacío porque terminé de pintarlo recién ayer, me di cuenta de que quedó tan blanco que al entrar la luz por la claraboya estratégicamente ubicada arriba del escritorio, cuando quisiera estudiar me iba a encandilar demasiado. Empecé a fantasear con estudiar con lentes de sol, y probé si así era mejor. Ya la semana pasada había implementado usar una gorra con visera cuando estudio a la mañana, porque el brillo vertical del sol me ilumina los anteojos y éstos me producen algo así como una película blanca en todo mi campo visual. Ahora se me ocurrió que mejor puedo poner unas cartulinas grises en las paredes aledañas al escritorio, para lograr una mayor concentración visual y menor cansancio de mis pobres ojitos que no tienen la culpa de que su dueña sea tan intelectual y haya estudiado 26 de los 33 años transcurridos desde que adquirió la lectoescritura.

En fin, para acomodar las carpetas llenas de los 7 kilos de fotocopias que saqué en el semestre pasado, más los pocos libros que pude traer desde Chile y los que ya fui adquiriendo en México, mis útiles escolares, la impresora y los CDs, decidí que mejor primero le ponía al estante de madera que los contendrá, un contact transparente para que no se junte tanta tierra y se pueda limpiar más fácilmente. Después de tomar todas las medidas, limpiar detalladamente la madera, y colocar el film transparente, finalmente fui a acomodar los papeles pidiendo perdón a los bosques por tal inescrupuloso acopio de celulosa, y descubrí lo que nunca había calculado: las carpetas y los libros se patinan en una superficie tan brillante y lustrosa, y se caen hacia los lados. Empecé a pensar en las posibles soluciones: poner un par de macetas con plantas intercaladas entre los libros y las carpetas, o tal vez adquirir algún adorno de piedra tallada que existen en gran variedad y belleza en este país… pero como estaba apurada por comenzar a estudiar, lo solucioné provisionalmente con la impresora de un lado y la pila de CDs colocados en forma horizontal por el otro. El diccionario de inglés que adquirí la semana pasada, bastante grueso, ayudó también a la estabilidad del resto de los libros.

Teniendo esto listo, me dio hambre y tuve que ir a cocinar, y preparando las milanesas me di cuenta de que no tenía con qué acompañarlas, y me fui a la verdulería de acá a dos cuadras. Después de una interesante plática con los verduleros sobre las frutas y verduras que hay y no hay en Chile y Argentina, las frutas autóctonas de México y las que no lo son (muchas vienen de Cuba!) y todo lo relativo al motivo de mi estadía en esta ciudad, regresé con un kilo de papa blanca, que me permitió terminar la preparación de mi plato, y media hora después, almorzar. A todo esto, eran las 5 de la tarde. Me dije al sentarme a comer: “a las cinco y media estoy estudiando”.

Cuando hube terminado con la cocina, por supuesto ya había pasado mi límite de tiempo. Así que fui rápidamente al escritorio, me senté y empecé a acomodar los papeles de las diferentes materias que tengo que leer en estos días. Organicé en un calendario las actividades inmediatas para no olvidar ninguna entrega. Decidí concentrarme por ahora en la materia del lunes, y puse ante mí el texto de la “Gran Ética” de Aristóteles, y dejé a mi derecha, a la vista, los “Tratados filosóficos” de Séneca, para recordar que todo eso era para el lunes. Pero antes de empezar a leer, me molestaba el silencio y busqué entonces el discman para escuchar el CD de música latinoamericana que compré el otro día (no tengo equipo de música, ni parlantes ni nada sonoro que no se escuche directamente en los oídos). Cuando empecé a escuchar “El cóndor pasa”, me acordé que necesitaba un lápiz y no lo había traído. Lo fui a buscar a la mochila… “ah no, ayer lo dejé en la cartera”. Bueno, cuando lo tuve volví a sentarme, me enganché los auriculares otra vez, encendí la música y me dispuse a empezar a leer a Aristóteles. Eran las 6 y media.

En la segunda página me encontré con la frase “Vemos pues, que la ciencia o tratado de las costumbres es una parte y un principio de toda la ciencia sociológica, hasta el punto de que a mí me parece que este tratado o discusión de las costumbres no debería llamarse ética, sino más bien sociología o política”. ¿QUÉÉÉÉ? ¿De dónde salió este texto? ¿Desde cuándo Aristóteles habla en primera persona del singular? ¿Cómo es posible que se refiera a “las ciencias” y a “la sociología”, cuando esos conceptos son muy posteriores? ¿Acaso Aristóteles se adelantó 24 siglos a Durkheim al definir como “sociología” a la ciencia que estudia las interacciones dentro de la sociedad? Y el concepto de “sociedad” tampoco existía en la Grecia clásica, donde sólo importaba “la polis”: la ciudad.

Definitivamente, este texto mal traducido era mucho para mí en esta tarde de sábado. Quise continuar la lectura pero me dio un profundo sopor, y me di cuenta que necesitaba un buen café si quería prosperar en mi intento de análisis. Busqué en internet dónde quedaba el “Oxxo” más cercano, que son las tiendas que en todo México venden café de máquina, calentito y recién hecho, durante las 24 hrs. Queda a 12 cuadras. Bueno, lo necesito. Me abrigué, busqué plata, vi que estaba por llover, busqué el paraguas y salí a caminar, “silbando bajito por no llorar” como dirían los uruguayos. Me fui filosofando en esto del concepto de sociedad, de política, de ciencia… Para hacer corto el relato, lo cual es prácticamente más imposible que estudiar en esta tarde de sábado, regresé con mi capuchino moka en un vaso térmico al más puro estilo gringo, y volví a sentarme frente al supuesto Aristóteles que me entregó mi profesor del lunes. Fui inmediatamente interrumpida por el teléfono, que me conectó con Argentina, la cumbre del Unasur, la supuesta instalación de bases militares estadounidenses en Colombia y británicas en las Malvinas… Y esto me recordó (¿?) que el contact que me había sobrado podría servir para forrar los estantes de mi ropa, que también son de madera pelada y esto no es muy limpio que digamos.

Cuando dejé esta instalación realizada en la habitación, regresé a mi “lugar de estudio”, y al ver que eran las 20:30 me dije a mí misma “bueno, me queda media hora para estudiar y después veo las noticias”. Me reí tanto de mi pensamiento, que pensé que hoy parecía una empleada pública, de tanto dar vueltas sin concretar lo que realmente tenía que hacer hoy. No es que no haya hecho nada, es que no hice lo que tenía que hacer. Entonces quise continuar la lectura, pero mi mente se quedó con este pensamiento y en eso tuve la siguiente iluminación: “Claro, es que yo estoy estudiando con una beca estatal, y eso me convierte en una especie de empleada estatal. De hecho, la beca me obliga a regresar a Chile y trabajar para el Estado por el doble de tiempo que dure la beca, así que es mejor para mí ir aprendiendo a desenvolverme en ese medio de burocracia que consiste en dar continuas vueltas de rotación y traslación, y que sin embargo no produce una danza como podría parecer por la descripción, sino una vergonzosa pérdida de tiempo y de energías que los burócratas llaman “trabajo, chamba, pega, laburo”, dependiendo del país de nuestra querida indoamérica en que se encuentren.

En los siguientes minutos, y ya perdiéndome el noticiero de las nueve, me quedé filosofando en la estrecha relación que tenían estos pensamientos con la degeneración del concepto de Política que crearon los griegos, que hemos logrado gracias al nacimiento de nuestros estados modernos. Lo mismo que hizo el “traductor-destructor” de este texto de Aristóteles que había llegado a mis manos, al traducir “logos” por ciencia, y “polis” por sociología.

Como verán, hoy fue un día muy provechoso, en el que aprendí mucha filosofía.

viernes, 7 de agosto de 2009

Emoción

Al fin, encontré la casa de mis sueños para este año.
Para lograrlo, caminé un promedio de 10 kilómetros diarios, durante tres días consecutivos, bajo el rayo de sol veraniego en el D.F., y hablé por lo menos con 80 personas, aunque creo que deben haber superado el centenar. Eso sin contar las llamadas telefónicas...

Como la gente acá está muy paranoica y miedosa, nadie pone un cartel en la puerta de la casa cuando la quiere rentar/alquilar/arrendar, tampoco se manejan mucho con inmobiliarias por el tema de la comisión y por desconfianza, y sólo unos pocos publican por internet el aviso... entonces uno se podría preguntar: ¿cómo hacen para vender y/o rentar sus casas?
Fácil: le avisan a los vecinos. Así, de persona a persona, se corre la voz entre gente de confianza solamente, como pasa aquí en la mayoría de las cosas.
Entonces, ¿qué hace un extranjero/a o alguien de otra ciudad, que busca dónde vivir en el Distrito Federal? Pues tiene que ganarse la confianza de la gente, para que le digan qué vecino/os quieren rentar su casa o un departamento que construyeron sobre su casa para tener un ingreso extra.

Esta búsqueda exige entonces, caminar y caminar. Recorrer las zonas donde uno quisiera vivir, sonreir y saludar a todos, dar buena impresión, preguntar amablemente y sin acercarse mucho físicamente a la gente para que no se sienta amenazada, comentar el clima o lo que haga falta para entrar en diálogo, elegir a quiénes preguntarle (por ejemplo, los menores de 18 aún no tienen permiso de hablar con extraños, y entonces se ve mal que uno se dirija a ellos), y seguir caminando, caminando, caminando.
En las cuadras donde no encontraba a nadie sacando un auto o saliendo a comprar, tuve que inventar un sistema para no dejar de buscar información: elegir la vereda más limpia, con las flores más regadas o el pasto más prolijo, y tocarle timbre. Esa casa, seguro tenía una dueña muy preocupada de la vida de los demás, que sería la más indicada para informarme. Y así fue en muchos casos: esas señoras eran más propensas a conversar, y después del "no" inicial, si uno le seguía la plática, terminaba "recordando" que tal vecino tenía intención de rentar su casa.
Otra táctica muy efectiva, fue comenzar la conversación comentando las bondades del barrio, como tranquilo, seguro, con mucha vegetación, etc. Ellos se sentían complacidos de que alguien "de afuera" quisiera vivir en su cuadra, y se abrían más a dar información.
Pero la verdad es que en los barrios donde yo quería rentar, había muchas casas en venta, pero muy poquitas en renta. Yo comentaba esto con extrañeza: "¿por qué se quieren ir de acá, que es tan bonito para vivir?". Algunos, más parcos, no respondían, otros compartían aparentemente mi impresión.
Bueno, pero lo mejor fue que después de hablar con tantas personas, podría resumir en un diálogo-tipo, el promedio de palabras utilizadas por los mexicanos en sus respuestas:

Yo: -Buenas tardes, cómo está. Estoy buscando casa para rentar en esta calle, porque me gusta mucho para vivir, me parece tranquila y bonita, ¿usted sabe si algún vecino quiere rentar su casa, o un departamento tal vez?
El/ella: -¡Híjole! En esta calle no sé de nadie que rente... (o) ¡Híjole! Qué cree, se rentaba aquélla casa, pero ya se rentó la semana pasada...
Yo: -Ah, qué lástima... ¿y habrá algún vecino que sepa, y me pueda decir?
El/ella: No... Necesita buscar
Yo: -Sí, eso estoy tratando de hacer, pero me ha costado encontrar por aquí...
El/ella: -Hay muchas... Sólo que recorra estas calles, y luego luego encuentra...
Yo: -Sí, tengo que seguir recorriendo nomás...
El/ella: -Sí, necesita recorrer!
Yo: -Bueno, muchas gracias...
El/ella: -

Algunas versiones eran más reducidas, porque la persona no me miraba a la cara y se alejaba mientras me negaba todo con la cabeza, y algunas versiones fueron más conversadas aún, pero en este diálogo se resumen las palabras más repetidas, como el "sí" después del gracias, que es generalizado acá y que me resulta muy gracioso, como el "luego luego encuentra", o como el "necesita buscar", que me daba ganas de matarlos, o de decirles "¿y qué te creés que estoy haciendo acá a pata bajo el rayo del sol veraniego, hablando con vos? ¿¿Socializando??".

Bueno, pero este post era para contar que encontré casa finalmente, y que estoy emocionada porque siento que es un lugar donde podré ser feliz durante este próximo año al menos (tal vez me quede más).

Ah, no sé si mis experiencias relatadas aquí le puedan ser útiles a otros, ya que la casa que renté la encontré por internet, jajaja. Pero fueron estrategias cuidadosamente elaboradas, que desde mi punto de vista me podrían haber conducido a encontrar mi casa defeína.

Furor

Mi amiga Bea (mexicana) me insistió en que cuente esto acá, aunque conste que yo no quería. Me dijo "aprovecha el furor, que para mañana ya se te habrá pasado y entonces ya no tendrá el mismo sabor".
Bueno, en honor a ella va el relato, acompañado de una canción alusiva a las emociones del momento.


El 29 de abril salí huyendo de este país. En ese momento, la cosa estaba caótica. El nuevo virus era desconocido y mutaba todo el tiempo, no había cura conocida (comprobada), el pánico se apoderaba de todo México, todo estaba cerrado y no se podía ir a ningún lado, los canales de televisión suprimían sus programas de chimentos para transformarlos en programas de divulgación científica, y el jefe del gobierno de la ciudad anunciaba el cierre de aeropuertos y del servicio de metro en los próximos días.
Mi madre, desde Argentina, me lloraba en el teléfono que no podía dormir pensando que yo me iba a morir sola acá, y sacando cuentas en su insomnio, pensando comprar un pasaje para venir a cuidarme si yo me enfermaba...
Yo sacaba mis propias cuentas: la Universidad cerrada, yo sin recibir aún el estipendio mensual de mi beca, 3 semanas quedaban para el fin del semestre, 6 días llevaba encerrada sin ningún sentido, 3 meses me quedaría sola en este país si cerraban los aeropuertos, sin poder pasar mis vacaciones en el sur del Continente como lo tenía planeado, 0 posibilidad tenía de que alguien pudiera cuidarme si caía enferma, 30 a 45 años era la edad más vulnerable (yo estoy en ese rango), 50 dólares me costaba cambiar la fecha de mi pasaje de regreso y largarme...

Todas esas cuentas y números me llevaron a la conclusión de que debía existir una solución. Una compañera de la maestría me la sugirió: hablar con los profesores, pedir autorización, ofrecer enviar los trabajos finales por correo electrónico. Lo hice. Contacté a todos menos a uno, que después me haría la vida imposible. ¿El resto? "Si te puedes ir, tienes que irte".
En 24 horas desde la decisión, yo ya estaba camino al aeropuerto, habiendo cerrado mi casa, encargado mis cosas a la compañera que me sugirió la solución, habiendo vaciado mi refrigerador en la casa de una vecina y cobrado del dueño de la casa, la devolución de la garantía.

Pues bien, resulta que hoy estoy pagando las consecuencias. Al contarle mis desventuras de hoy, Bea me dice "eso te sacas por zacatona", queriendo decir que quise rehuir mi responsabilidad, y que me fui cobardemente.
Quiero explicarle que no fue así, pero es inútil. Lo mismo me pasó hoy en la oficina de Migración, cuando el tipo me respondió "no todos los extranjeros se fueron", echando por tierra todas mis razones. Me hacen pagar las consecuencias de mi decisión -tal vez apresurada-, con una multa real (demasiado real), de 400 dólares. Bea me responde cordialmente (sé que es así): "Eso, así se hace, duro con los que huyen".
Lo que quieran, pero yo tengo que pagar. Al preguntar hoy por otras alternativas de solución, prácticamente me amenazaron: "Si Usted rechaza este trámite, nosotros tenemos que expulsarla del país".
Liso y llano. Sin componendas para el extranjero. Internamente sí, todo se arregla con platita bajo la mesa, con tráfico de influencias o hasta con una invitación a comer. Pero los extranjeros no, que ellos paguen. Ellos son los que tienen que cumplir la ley.

Aclaro que el título de este post tiene que ver con mi estado anímico frente al tema, definido así por Bea al chatear conmigo. Lo vierto en el blog, sólo con la venia de una mexicana, porque yo no quería dar una imagen así de México hacia el exterior, pero aseguro que es real (es la segunda multa ridícula y cara que pago por asuntos migratorios).

Termino con la lamentable conclusión de un funcionario de la Universidad al ver lo complicado que me hicieron el asunto en Migración (allá por marzo de este año): "La lógica que tenemos acá es: 'Si a los mexicanos nos ponen tantas trabas para estar legales en Estados Unidos, nosotros también podemos ponerlas a los extranjeros que quieran venir a nuestro país'. Es lamentable admitirlo, pero es así".

miércoles, 5 de agosto de 2009

Alegría

Alegría por estar de nuevo en tierras mexicanas.
Alegría al escuchar que me vuelven a hablar "en mexicano".
Alegría por sentir que ya viví mi etapa de soledad en este país, y esta nueva etapa será para compartir.
Alegría al salir a la calle, tomar el metro, caminar por ahí, y sentirme totalmente ubicada, como si nunca me hubiera ido.
Ansiedad por encontrar una casa donde vivir esta nueva etapa, ahora con más espacio y obviamente, con lugar para mi huerta.
Cansancio extremo por caminar hoy 5 horas bajo el sol primero, bajo la lluvia después (sumado al cansancio por el viaje que comencé el sábado), buscando y buscando la casa ideal, que me está esperando para vivir en ella esta linda etapa en México.
Alegría por el cierre y entrega de mi casa en Chile, con todo lo que significó, tanto en cuanto a trabajo como en cuanto a cierre de etapas y satisfacción por lo vivido.

Alegría. En medio de todo, alegría.