Estuve pensando mucho últimamente sobre las relaciones de pareja.
Me preguntaba por qué uno cuando se enamora promete tan fácilmente "el cielo y la tierra" o "la luna y las estrellas"... dependiendo de cuán aterrizado o cuán soñador sea cada uno. El punto es que a casi todos nos ha pasado esto, lo he estado conversando con amigos y todos coinciden conmigo.
El problema no es prometer cosas lindas, porque eso es agradable para quien recibe las promesas, ya que se siente halagado; y para quien promete también, porque siente que su corazón se expande hasta lo imposible, dándole una sensación de omnipotencia. El problema es que cuando estamos en esa euforia arrebatadora del inicio de una relación, en que realmente sentimos que queremos darnos por completo al otro, hacerlo feliz, darle lo que nadie más le dio, etc... en esos momentos somos capaces de decir tantas cosas lindas, que se torna peligroso.
Lo peor es que nos salen unas frases preciosas, con una poesía romántica que no reconocemos como nuestra, pero que brota de nosotros en esos momentos fatales. No nos importa ser juzgado como alguien cursi, ni nos importa hacer el ridículo para demostrarle de cualquier manera a esa persona nuestro amor eufórico, incluso en público. Pero tampoco en esto está el peligro.
Lo verdaderamente peligroso, es que cuando estamos en esos momentos de bobería amorosa, nos creemos todo. Entonces creeremos las cosas lindas que nos digan, y la otra persona también creerá las cosas lindas que le decimos. Y aquí es donde realmente radica el peligro.
Ustedes dirán ¿por qué peligro, si uno lo dice con sinceridad? Sí, claro, la sinceridad no está puesta en duda aquí. Sabemos que todo lo que decimos es verdad, y que en nuestra voluntad de ese momento sentimos como algo muy real que subiríamos hasta la luna para traérsela a nuestro amorcito de regalo. Estamos tan embobados en esos momentos, que no pensamos con lógica, porque no nos importa nada la lógica cuando el sentimiento es más fuerte que la razón y lo ocupa todo.
Lo que queremos decir realmente en esos momentos no es que seamos capaces de traer la luna, sino que el amor que sentimos es tan fuerte, tan grande, tan genuino y nos hace tan felices... que estaríamos dispuestos a hacer cualquier cosa por esa persona amada. Cuidado con la conjugación: "estarÍAMOS".
Estar dispuesto a hacer algo loco si pudiéramos hacerlo, no significa que seamos capaces de cumplir las promesas locas. Nadie puede subir a la luna y mucho menos remolcarla hasta la tierra; y la persona amada, por más especial que la veamos, no es capaz de recibir un regalo como la luna y guardarlo en su corazón... Esta es la realidad. La dura realidad de la vida, en la que caemos tiempo después, a veces recién años después.
Muchas parejas, con los años, olvidan estas palabras bonitas de la primera etapa, van descubriendo otras cosas lindas de la persona amada, muchas veces se van a vivir juntos y descubren las otras facetas "no-tan-bonitas-ni-entusiasmantes" como las promesas iniciales. Pero no importa, porque la relación madura y uno encuentra otros motivos por los cuales amar a la persona, y descubre otras formas de disfrutar de su compañía que ya no son mirando la luna.
¿Pero qué pasa con las mujeres? ¡Las mujeres somos muy especiales! Tendemos a ser más soñadoras que los hombres, más románticas, más idealistas... y a creernos más los cuentos de la luna traída por la persona amada el día en que cumplimos un mes de relación. Y lo peor que tenemos las mujeres, es una gran memoria para los detalles. Nos acordamos qué tenía puesto la otra persona en todas las primeras citas, qué dijimos, qué nos dijo, quién lo dijo primero, qué sentimos con su perfume, con el primer beso, etc. Aquí radica -otra vez- el peligro.
Y es que tarde o temprano, cuando las cosas no vayan como nos gustaría, nos vamos a acordar de esas promesas bonitas, y nos vamos a sentir profundamente decepcionadas cuando descubramos que un día nos dijeron que estaban dispuestos a cruzar el océano a nado por nosotras, y ahora no son capaces de mojarse bajo una llovizna para ir a buscarnos a algún lugar. Tarde o temprano volverán a nuestra mente soñadora las frases ideales que tan felices nos hicieron en una época... tan felices que proyectamos en ese momento una vida ideal, sin dolor ni aburrimiento, y visualizamos años con 365 días de pasión, piropos y luna llena...
Pero cuando regresamos en el tiempo recordando esos momentos y después volvemos la mirada al Homero Simpson que engordó a nuestro lado, todo se nos cae de repente. Y no son las hormonas ni los síntomas del SPM, es la realidad que nos abofetea.
La solución a todo esto, desde mi punto de vista hoy, es simple: hay que prohibir tajantemente las promesas bonitas. Prohibir que nos las digan, y prohibirnos decirlas. Si nos estamos enamorando, procuremos decir lo que realmente sentimos. Cuesta, porque no estamos tan acostumbrados a poner palabras a los sentimientos. Pero sería mucho más lindo si lográramos formular frases como "me siento tan bien a tu lado, que desearía que esto no se acabe nunca" en lugar de "te juro que nunca me voy a separar de ti"; o decir por ejemplo "el corazón me late muy fuerte en el pecho cuando te veo (te beso, te escucho, me sonríes, etc) y esto me hace muy feliz" y no "haría cualquier cosa por ti". Son frases más reales, más concretas, más descriptivas... y lo mejor: no nos comprometen a nada, en un momento en que estamos tan embobados que lo mejor es no comprometerse a nada y dejar que la espuma de la cerveza baje, antes de ver cuánto mide el líquido en nuestro vaso.
Creo que prohibirnos las promesas puede ser la mejor manera de amar a la otra persona. Por varias razones, que explicaré a continuación.
1) Cada vez que nos nazca decirle alguna cosa descabellada y nos frenemos, necesitaremos expresar lo que sentimos realmente, lo que nos mueve a querer decir alguna cosa bonita pero irreal. Porque recordemos que el sentimiento es genuino, aunque las ideas sean absurdas. Hacer el esfuerzo de ponerle palabras descriptivas al sentimiento presente y no pretender proyectarlo hacia un futuro lejano e incierto, nos comprometerá mucho más a una relación sincera, a corazón abierto.
2) No obligaremos tácitamente a la otra persona a responder a nuestras promesas con un "yo también", y le daremos mayor libertad para que también pueda expresar lo que realmente siente y no promesas proyectadas en el tiempo.
3) No haremos sufrir a la otra persona cuando se dé cuenta, en el futuro, que no estamos siendo quien imaginó que éramos, basándose en nuestras palabras llenas de poesía y romanticismo, o cuando simplemente no podamos cumplir con lo que prometimos.
4) Tiene que haber más razones, cada uno puede encontrarlas si hace este ejercicio con su pareja.
Yo prometo que lo voy a intentar. A ver si se puede.
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