viernes, 7 de agosto de 2009

Furor

Mi amiga Bea (mexicana) me insistió en que cuente esto acá, aunque conste que yo no quería. Me dijo "aprovecha el furor, que para mañana ya se te habrá pasado y entonces ya no tendrá el mismo sabor".
Bueno, en honor a ella va el relato, acompañado de una canción alusiva a las emociones del momento.


El 29 de abril salí huyendo de este país. En ese momento, la cosa estaba caótica. El nuevo virus era desconocido y mutaba todo el tiempo, no había cura conocida (comprobada), el pánico se apoderaba de todo México, todo estaba cerrado y no se podía ir a ningún lado, los canales de televisión suprimían sus programas de chimentos para transformarlos en programas de divulgación científica, y el jefe del gobierno de la ciudad anunciaba el cierre de aeropuertos y del servicio de metro en los próximos días.
Mi madre, desde Argentina, me lloraba en el teléfono que no podía dormir pensando que yo me iba a morir sola acá, y sacando cuentas en su insomnio, pensando comprar un pasaje para venir a cuidarme si yo me enfermaba...
Yo sacaba mis propias cuentas: la Universidad cerrada, yo sin recibir aún el estipendio mensual de mi beca, 3 semanas quedaban para el fin del semestre, 6 días llevaba encerrada sin ningún sentido, 3 meses me quedaría sola en este país si cerraban los aeropuertos, sin poder pasar mis vacaciones en el sur del Continente como lo tenía planeado, 0 posibilidad tenía de que alguien pudiera cuidarme si caía enferma, 30 a 45 años era la edad más vulnerable (yo estoy en ese rango), 50 dólares me costaba cambiar la fecha de mi pasaje de regreso y largarme...

Todas esas cuentas y números me llevaron a la conclusión de que debía existir una solución. Una compañera de la maestría me la sugirió: hablar con los profesores, pedir autorización, ofrecer enviar los trabajos finales por correo electrónico. Lo hice. Contacté a todos menos a uno, que después me haría la vida imposible. ¿El resto? "Si te puedes ir, tienes que irte".
En 24 horas desde la decisión, yo ya estaba camino al aeropuerto, habiendo cerrado mi casa, encargado mis cosas a la compañera que me sugirió la solución, habiendo vaciado mi refrigerador en la casa de una vecina y cobrado del dueño de la casa, la devolución de la garantía.

Pues bien, resulta que hoy estoy pagando las consecuencias. Al contarle mis desventuras de hoy, Bea me dice "eso te sacas por zacatona", queriendo decir que quise rehuir mi responsabilidad, y que me fui cobardemente.
Quiero explicarle que no fue así, pero es inútil. Lo mismo me pasó hoy en la oficina de Migración, cuando el tipo me respondió "no todos los extranjeros se fueron", echando por tierra todas mis razones. Me hacen pagar las consecuencias de mi decisión -tal vez apresurada-, con una multa real (demasiado real), de 400 dólares. Bea me responde cordialmente (sé que es así): "Eso, así se hace, duro con los que huyen".
Lo que quieran, pero yo tengo que pagar. Al preguntar hoy por otras alternativas de solución, prácticamente me amenazaron: "Si Usted rechaza este trámite, nosotros tenemos que expulsarla del país".
Liso y llano. Sin componendas para el extranjero. Internamente sí, todo se arregla con platita bajo la mesa, con tráfico de influencias o hasta con una invitación a comer. Pero los extranjeros no, que ellos paguen. Ellos son los que tienen que cumplir la ley.

Aclaro que el título de este post tiene que ver con mi estado anímico frente al tema, definido así por Bea al chatear conmigo. Lo vierto en el blog, sólo con la venia de una mexicana, porque yo no quería dar una imagen así de México hacia el exterior, pero aseguro que es real (es la segunda multa ridícula y cara que pago por asuntos migratorios).

Termino con la lamentable conclusión de un funcionario de la Universidad al ver lo complicado que me hicieron el asunto en Migración (allá por marzo de este año): "La lógica que tenemos acá es: 'Si a los mexicanos nos ponen tantas trabas para estar legales en Estados Unidos, nosotros también podemos ponerlas a los extranjeros que quieran venir a nuestro país'. Es lamentable admitirlo, pero es así".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ah.... El famoso 33....
Bueno es un arma que tenemos los mexicanos bajo la manga, pero que no la aplicamos y menos a personas tan lindas como mi amiga viajera idealista, ¿será que se le está quitando lo idealista?
La realidad espanta, duele (en el bolsillo, más), y cuando se mira desde la lejanía lo acontecido, nos preguntamos si se tenía razón para la toma de esa decisión tan apresurada, total, saliste huyendo de la gripa y te la llevaste contigo hasta Argentina ¡qué ironía!
Ahora que estás ya de regreso vemos que te encuentras con esta diversidad cultural que te golpea la cara, y que no hay forma de conocer hasta que se experimenta en carne propia, lo que sucede es que nosotros los mexicanos la hemos vivido desde nuestro nacimiento y la hemos hecho parte de nuestro ser, por eso no nos importa mucho, es parte de nosotros, pero visto con ojos extraños puede ser muy interesante y hasta contradictoria.
En fin amiga mía, que te puedo decir más, que me alegra que hayas regresado, que lamento tus descalabros, que espero nos comprendas (mmmmm......) y que nos veremos muy pronto.
Bea (la mexicana)