sábado, 9 de mayo de 2009

Lima limón (El Regreso V)

29 de abril. Aeropuerto de Lima.

Llegué por fin a un aeropuerto conocido. A la ida había estado 6 horas aquí. Ya me sentía como en casa. En Lima había llorado, caminado, escrito en mi libretita, almorzado, sacado fotos, descansado... Así que me alegró volver. Sentí que no había sido tan larga la espera para volver a pasar por aquí (influenza mediante, se acortó este plazo). Cuando pasé a la ida, sentía que me alejaba irremediablemente de mi Hogar, de mis afectos, de todo lo conocido... me preguntaba por las razones para cometer semejante locura, me contenía para no tomar un avión de regreso a Santiago, me sentía tan pero tan sola, tan pero tan indefensa...

Esta vez era distinto. Llegué a Lima contenta porque era la última parada, ya había completado 3 de los 4 tramos. Fui como la anfitriona para María y Botón, que tenían miedo de perderse en un aeropuerto tan grande y moderno. Los llevé a la tienda de recuerdos peruanos donde se puede degustar gratuitamente café y bombones de chocolate de miles de sabores. Atacamos durante 10 minutos. Miramos y tocamos todo, preguntamos precios... no compramos nada.

María estaba muy ansiosa y todo el tiempo preguntaba cuánto faltaba para abordar. Tenía miedo de perder el último avión, y me cobró la cuenta por haberla dejado sola en Costa Rica. No importa, es la última parada, me consolaba yo. Entendí finalmente lo inexplicable: por qué su hija fue a Chile a estudiar inglés, cuando los mexicanos tienen Estados Unidos ahí al lado, y Canadá un poquito más allá. Debido a la madre. La pobre chica estaba buscando distancia. Si sabré yo de esto! Creo que el inglés era la excusa, ella sólo buscó el país más austral que pudiera encontrar. La madre esperó pacientemente dos años, a que la hija se dignara volver para visitarla, pero finalmente hizo como la montaña de Mahoma, y aquí estaba, aportándole a mi regreso un elemento inolvidable.
Seguramente hubiera sido inolvidable igual, eh? No es que la necesitara, pero... la vida es extraña a veces. Yo sólo pensaba "es la madre de alguien... ojalá mi madre cuando lo necesite, se encuentre con alguien que la trate como yo a esta mujer...". También pensaba que era mi karma por estar lejos y no ocuparme de acompañar a mi madre a hacer sus trámites de Pami, que es igual de cansador que acompañar a María en un viaje.

Bueno, esta estadía fue corta. Cuando faltaba poco para abordar, María se acordó que Botón tenía que comer (porque las decenas de bomboncitos sólo llegaron a nuestros estómagos humanos). La mandé al restaurant donde yo había almorzado a la ida, para aprovechar mi investigación de mercado de esa vez y ganar tiempo. Me ofrecí a quedarme ahí con los bolsos, para que el avión no se fuera sin ella. La convencí fácilmente. Aproveché y me senté a sacar rapidito mi PC para intentar conectarme a internet, y lo logré, feliz. Avisé a mi familia que iba en camino, que era el último tramo, que en 4 horas estaba en Chile.

Qué ilusa yo. Todavía creo en los reyes magos.

En fin, abordamos a último momento y nos dispusimos a volar 3 horas hasta la capital chilena.

viernes, 8 de mayo de 2009

Pura Vida (El Regreso IV)

Al bajar del avión en San José, Costa Rica, me encontré un aeropuerto más grande y variado que el anterior, así que me dispuse a pasear un poco. Acá había más gente con mascarilla, especialmente los empleados y vendedores del aeropuerto, y algún que otro pasajero. Parecía que los únicos en no bajar aún de su nube de pedo, eran los guatemaltecos.

Fui al baño y constaté que las instalaciones eran antiguas y sin sofisticación: las llaves del agua eran manuales (¿a quién se le ocurre algo tan aséptico en plena epidemia?!); los paneles divisorios -metálicos-, estaban oxidados; el piso era de una baldosa común y corriente de los años 80... en fin, no era un baño digno de un aeropuerto. Pero unos cartelitos en los espejos le daban su toque (tendrán que consultar el otro blog para verlos).

Me interné en una tienda de artesanías, principalmente en madera, que me hipnotizaron. Cuando vaya a Costa Rica por tierra, las compraré a la mitad del precio en dólares que piden en el aeropuerto. Las fotografié. Me llamó la atención un lindo mueble antiguo tipo escritorio del siglo XIX, donde un joven armaba y vendía puros. Me acerqué a conversar con él. Me mostró las hojas de tabaco, cómo las secan, cómo las aplanan y enrollan para formar los cigarros de tabaco puro. Las diferentes clases y calidades, los olores... al final, tomé una clase completa sobre puros.

Luego de varias vueltas por el lugar y de ver todos los productos que me interesaban, medité sobre los billetes verdes que me quedaban, y gracias al efecto "epidemia-casi-pandemia" que me impulsaba y trastornaba la cabeza, me volví loca y gasté 17 dólares. Compré un paquete de café molido costarricense, el mejor de los mejores, y un paquete con 10 puritos (habanos tamaño cigarrillo común). La intención era llevarme un poco del sabor de este simpático país...



Seguía sin "encontrar" a María con su Botón, así que disfruté, caminé, saqué fotitos... y por supuesto (como me pasa en todos mis viajes en algún momento), al salir por segunda vez del baño, escuché mi nombre por altoparlante. Me estaban esperando para abordar el avión. Pero yo digo ¿para qué te ponen una hora en el pasaje si después te llaman 30 minutos antes? No te dejan disfrutar del tiempo en tierra... Como anécdota aledaña, la otra vez (en este viaje) que me llamaron por altoparlante fue en el aeropuerto de México, ya que como me pasa siempre, había perdido el pasaporte con el pasaje adentro... es que me canso de tenerlo en la mano y tranquilamente lo olvido apoyado por ahí...

Al subir al avión encontré a mi "amiga", que preocupada por mi integridad me reclamó "¿Dónde estabas?". Le dije que fui al baño y después no la encontré... lo cual era verdad, pero también mentira. Total, ya había disfrutado en toda la escala de mi libertad y soledad, redescubiertas en los tres meses en México, y ella no podía quitarme eso. Pero en este avión y el siguiente, ella estaba en la fila anterior a la mía, por lo que hicimos contacto visual varias veces. Otras veces me hice la estúpida sin esfuerzo. Si hay algo que odio en la vida, es que me acose gente que a mí no me importa y que está todo el tiempo pendiente de mí. Nadie entiende que ya tuve madre, y me alcanzó.

jueves, 7 de mayo de 2009

Rumbo a la finquita (El Regreso III)

29 de abril, 12:45. Aeropuerto de Guatemala.

Hacía casi 9 horas que había salido de mi casa en el DF, y sólo había avanzado un país. Un país de los 10 que tenía que atravesar para llegar a MI casa. Subí al avión deseando con todas mis fuerzas avanzar.
Pero este tramo también sería corto: Guatemala-San José (Costa Rica).

Después de despegar, me trajeron la bandejita de comida: un sandwich caliente de queso (plato principal), un dulcecito tipo factura mini, un yogur de 100 ml. "¿Para tomar?" "Todo lo que
tengas" -quise decirle-. Pero no, pedí un jugo. Al terminar de deglutir el sandwich, aproveché la pasada de la azafata para decirle con mi cara de piedra "¿Te puedo pedir otro sandwich?". "Sí, como no, ¿sólo el sandwich?". Tan educadita yo, permanecí en mi pedido inicial para no mostrar la desesperación sudaca. Me morfé el otro sandwich. Pedí otro jugo.

Después de esa especie de almuerzo, me dispuse a dormir, necesidad primordial.
Entonces mi vecino de asiento me pide el diario mexicano que yo tenía a mano, y empieza a hojearlo. Para no ser descortés, me mantuve despierta unos minutos más, por si me comentaba algo. Después de 3 páginas leyendo los titulares, empieza a pasar más rápido las páginas, como desesperándose: "Pero todas las noticias tienen que ver con la influenza!". "Sí, por eso lo llevo, es impresionante, no?". Y eso que me faltaban las páginas centrales, que estaban con el pis del Botón...

Zas. Me empezó a conversar. Era agradable el gringo, pero a mí se me cerraban los ojos en su cara. Resulta que el tipo era un espécimen raro de la naturaleza: un gringo de izquierda. Hace unos años, cuando Bush salió elegido Presidente, se fue tres días después a Centroamérica, a comprar un campo para vivir lejos de ese dictador ultraconservador. Hoy tiene lo que él llama "una finquita" en Costa Rica, y una casa en Guatemala. En este viaje se trasladaba de su casa a su finquita, adonde iba a plantar árboles autóctonos, porque "en mayo empieza la temporada de la lluvia, mejor época para plantar arbolitos".
Era claramente un divorciado excéntrico, que conjugaba todos los verbos de su discurso en singular. Tenía unos amigos gringos que también viven en Costa Rica, y que son de izquierda, pero "hay pocos izquierdistos de verdad", así que ellos no le creían a él que el 11 de septiembre fue un auto-atentado de Bush. Eso los distanció.

Finalmente se produjo un silencio, y yo de un segundo al otro me había dormido. Profundamente. Me despertó el gringo que, con su largo cuerpo, pasaba por encima mío para asomarse por la ventana. "Creo que por acá está mi finquita". Ni siquiera estás seguro, ¿y querés que yo abra los ojos para mirar? Bueno, está bien. Ví la costa de Costa Rica, y adiviné por qué el nombre del país. Parecía un paraíso, lleno de vegetación, playas anchas y sol. El gringo nunca encontró su finquita, y concluyó que tendría que estudiar a fondo un mapa de la zona, para identificarla en su próximo vuelo. Ok, yo sigo durmiendo.

No. Él quería comentar el uso de las mascarillas, o "tapabocas" en México. Salió toda su mentalidad gringa y no-izquierdista, con la idea de que los mexicanos no aprovecharon bien la contingencia para sacarle partido, porque a las mascarillas le tendrían que haber impreso "Made in México", "Recuerdo de México", o mejor aún "Visite México". Bueno, humor negro para arrancarme una sonrisa.

Finalmente llegamos a la tierra de la "Pura Vida". Gracias a todos los cielos, María y Botón estaban como 12 filas más atrás que yo, por lo que pude salir del avión antes que ellos organizaran sus petates.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Situación actual en México

  • El Gobierno Mexicano avisa que desde ahora podrán llevarse a cabo eventos privados como bodas y 15 años. Así que ¡a organizar todo rapidito para casarse este fin de semana, que hay permiso!
  • Se reabren las salas de cine, menos en el DF, pero con las siguientes restricciones: cada espectador debe estar separado de otro por dos butacas a los lados y dos hileras adelante y atrás. La capacidad máxima de las salas podrá ser del 18%. Gran negocio gran!
  • Para su reapertura, los restaurantes deberán acomodar sus mesas con una separación de 2.25 metros y la afluencia de clientes deberá reducirse a 4 personas cada 10 metros.
  • Aunque se han flexibilizado las medidas restrictivas, no serán abiertos los establecimientos cuyo giro sea parque-estacionamiento, salones de baile y centros nocturnos, en los que prepondera el consumo de alcohol y la aglomeración de personas, ni donde se vendan o distribuyan bebidas alcohólicas de botella abierta.

Se pretende volver a la normalidad, pero la alerta sigue, y se nota... la gente está tan cansada, que hace cosas como ésta:

martes, 5 de mayo de 2009

Guatepeor (El Regreso II)

29 de abril. Aeropuerto de Guatemala.

Al bajar del avión procedente de México, un gran contraste. La mayoría de la gente sin mascarilla, nos miraba como a bichos raros.
La empleada de la Aerolínea que nos recibió en tierra, nos pidió amablemente que nos quedáramos en una zona delimitada del aeropuerto, esperando el siguiente vuelo. Hicimos caso un rato, después nos dispersamos. Éramos fácilmente reconocibles, los que veníamos de México éramos "los enmascarados"... pero sin ningún poder sobrehumano.

Decidida a entretenerme con mi cámara fotográfica, me acerqué a una señora que paseaba a su perrito chihuahua, el cual retozaba feliz en la alfombra, dando vueltas sobre su espalda. Pero ¡zás! Ella me miró y se dirigió a mí. No sé cómo empezó la conversación, sólo sé que no pude deshacerme de ella por el resto del viaje. Ella también iba a Chile.

Me convenció de que la acompañara a buscarle comida al perro en los negocios del aeropuerto.
Cuando entendí que pensaba transportar el animal con ella durante 20 horas y no le había traido comida, empecé a entender: le faltaba un jugador, como dicen en Chimpay.
Encontramos un local que ofrecía una tortilla de huevo con jamón. Era perfecto para "Botón". Un dólar y medio, o 14 quetzales. Después de la larga discusión para que entendiera el cambio de moneda y el vuelto, durante la cual yo debía sostener su perro en brazos, que no paraba de temblar de miedo, nos sentamos en una mesa. El perro no, él comió en el piso, la tortilla y el jamón. Tomó un poco de agua, y quedó listo para seguir retozando.


La señora -llamémosla María- quería que nos cambiaran los asientos para seguir viajando juntas. Yo, que esperaba el momento de abordar como la liberación, insistí en que era imposible. Igual, tuvimos más de 4 horas para "compartir" en Guatemala, y nos quedaban aún 3 escalas más. Encima tuve que sacrificar unas hojas del diario que traía de México como testimonio gráfico de la epidemia, para que el perrito tuviera dónde evacuar líquidos.

Nos sentamos en las sillas contiguas a la puerta por donde debíamos abordar. Yo estaba muerta de sueño, ya iban dos noches en pie (después serían 3). Me acomodé mirando hacia la pista, y entre un comentario y un silencio, me quedé profundamente dormida. Sólo cuando ella retaba al perro por algo, me sobresaltaba unos segundos, y seguía durmiendo. Así pasaron unas dos horas.

Después vimos un avión de una aerolínea desconocida por mí, donde iban subiendo el equipaje, y a mí me pareció ver mi maleta roja en la línea de carga. No me pareció, estaba segura! Fui a la puerta vecina de la nuestra, donde abordaban los pasajeros, y pregunté hacia dónde iba el avión. "Flórita", me dijo en tono yanqui un señor negro. Me acerqué al empleado, y ansiosa le pregunté lo mismo: "A Florida, Estados Unidos". "Es que ví que subían a este avión mi maleta, y yo voy a Chile!". Le mostré mi boleto. Casi entretenido con la situación, me aseguró que era imposible, que al ser otra aerolínea no podía mezclarse el equipaje...

Volví a mi silla-dormitorio con el convencimiento de que perdería mi maleta y tendría que esperarla en mi casa durante un par de días hasta que terminara de recorrer el continente. Y no me equivocaba del todo.

Después de otra hora de ya-no-poder-dormir, al fin nos llamaron, abordamos, y María con el Botón se separaron al fin de mí. Por un tiempo.

lunes, 4 de mayo de 2009

Caza-fantasmas (El Regreso I)

Miércoles 29 de abril. Aeropuerto de México.


Al llegar a las 5 y 20 de la mañana a este recinto, uno se encuentra con un agitado y concurrido mundo interno. Enrarecido ambiente. El 95% de las personas con mascarilla, tapando el 80% de su cara. Seres anónimos, casi fantasmas.

Nadie se quiere acercar a los otros fantasmas. Todos somos sospechosos, peligros potenciales.

Pocos comentarios, pocas sonrisas. Sensación de huida desesperada.

Después del despacho de equipaje, dos filas para ingresar a la zona de abordaje. Allí se entrega la declaración de salud, donde uno jura que no tiene los síntomas de la gripe porcina, declara en qué país/dirección/teléfono estará en los próximos días, y ruega que no se le escape una tos o un estornudo. Todos somos sospechosos, peligros potenciales.

Para pasar por el control: pasaporte, pasaje y declaración de salud. Te hacen sacar la mascarilla para reconocer tus facciones. Uno contiene el aliento en esos segundos, para no inhalar un virus volador.

En la sala de espera, cada uno se sienta todo lo lejos del otro que se puede. Casi no nos miramos. Todos somos sospechosos, peligros potenciales.

En el Duty-Free y los otros locales comerciales, nadie compra, nadie se interesa. La urgencia de salir del país es lo que prima. Salvar la vida, no comprar bagatelas.

Abordamos en silencio, todos detrás de nuestras máscaras. Los servidores aéreos, detrás de las suyas. Un avión lleno de fantasmas.

Emprendiendo el vuelo, todos en silencio nos concentramos en el despegue y unimos nuestras fuerzas: es la operación que nos salvará la vida.

Adiós México, nos despedimos hasta tiempos mejores.

domingo, 3 de mayo de 2009

De regreso

Llegué a La Serena hace 68 hrs. Dormí al menos 55 de esas horas. Comí, me bañé, y seguí durmiendo. Con ese ritmo, y después de casi 3 días, puedo decir que estoy recuperada. Ahora ya tengo ganas de salir, de hacer algo. El viaje me mató. Pero Ustedes no sabrán por qué me mató, hasta que yo les vaya contando, paso a paso, lo que viví en esas 38 horas de traslado. Sí, 38.

Mi amigo Vicente, de Valparaíso, me llamó especialmente al llegar, para preguntarme "¿de qué se va a tratar ahora tu blog?". Le respondí que sólo con el viaje de regreso, tengo material para un tiempo.
Pero les revelo que hay muchos aspectos de México, que aún no tuve tiempo de contar ni de mostrar (tengo muchas fotos inéditas aún, también para el otro blog).
Y además, mi vida siempre me da material para un blog, esté donde esté. Chizita lo sabe bien.
Estén atentos, que se vienen las crónicas de viaje en las tres carabelas, de México a Chile.

Y gracias por la bienvenida. Llegué a la "tierra firme" libre de virus mortales. Por ahora.