Llegué por fin a un aeropuerto conocido. A la ida había estado 6 horas aquí. Ya me sentía como en casa. En Lima había llorado, caminado, escrito en mi libretita, almorzado, sacado fotos, descansado... Así que me alegró volver. Sentí que no había sido tan larga la espera para volver a pasar por aquí (influenza mediante, se acortó este plazo). Cuando pasé a la ida, sentía que me alejaba irremediablemente de mi Hogar, de mis afectos, de todo lo conocido... me preguntaba por las razones para cometer semejante locura, me contenía para no tomar un avión de regreso a Santiago, me sentía tan pero tan sola, tan pero tan indefensa...
Esta vez era distinto. Llegué a Lima contenta porque era la última parada, ya había completado 3 de los 4 tramos. Fui como la anfitriona para María y Botón, que tenían miedo de perderse en un aeropuerto tan grande y moderno. Los llevé a la tienda de recuerdos peruanos donde se puede degustar gratuitamente café y bombones de chocolate de miles de sabores. Atacamos durante 10 minutos. Miramos y tocamos todo, preguntamos precios... no compramos nada.
María estaba muy ansiosa y todo el tiempo preguntaba cuánto faltaba para abordar. Tenía miedo de perder el último avión, y me cobró la cuenta por haberla dejado sola en Costa Rica. No importa, es la última parada, me consolaba yo. Entendí finalmente lo inexplicable: por qué su hija fue a Chile a estudiar inglés, cuando los mexicanos tienen Estados Unidos ahí al lado, y Canadá un poquito más allá. Debido a la madre. La pobre chica estaba buscando distancia. Si sabré yo de esto! Creo que el inglés era la excusa, ella sólo buscó el país más austral que pudiera encontrar. La madre esperó pacientemente dos años, a que la hija se dignara volver para visitarla, pero finalmente hizo como la montaña de Mahoma, y aquí estaba, aportándole a mi regreso un elemento inolvidable.
Seguramente hubiera sido inolvidable igual, eh? No es que la necesitara, pero... la vida es extraña a veces. Yo sólo pensaba "es la madre de alguien... ojalá mi madre cuando lo necesite, se encuentre con alguien que la trate como yo a esta mujer...". También pensaba que era mi karma por estar lejos y no ocuparme de acompañar a mi madre a hacer sus trámites de Pami, que es igual de cansador que acompañar a María en un viaje.
Bueno, esta estadía fue corta. Cuando faltaba poco para abordar, María se acordó que Botón tenía que comer (porque las decenas de bomboncitos sólo llegaron a nuestros estómagos humanos). La mandé al restaurant donde yo había almorzado a la ida, para aprovechar mi investigación de mercado de esa vez y ganar tiempo. Me ofrecí a quedarme ahí con los bolsos, para que el avión no se fuera sin ella. La convencí fácilmente. Aproveché y me senté a sacar rapidito mi PC para intentar conectarme a internet, y lo logré, feliz. Avisé a mi familia que iba en camino, que era el último tramo, que en 4 horas estaba en Chile.
Qué ilusa yo. Todavía creo en los reyes magos.
En fin, abordamos a último momento y nos dispusimos a volar 3 horas hasta la capital chilena.
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