lunes, 4 de mayo de 2009

Caza-fantasmas (El Regreso I)

Miércoles 29 de abril. Aeropuerto de México.


Al llegar a las 5 y 20 de la mañana a este recinto, uno se encuentra con un agitado y concurrido mundo interno. Enrarecido ambiente. El 95% de las personas con mascarilla, tapando el 80% de su cara. Seres anónimos, casi fantasmas.

Nadie se quiere acercar a los otros fantasmas. Todos somos sospechosos, peligros potenciales.

Pocos comentarios, pocas sonrisas. Sensación de huida desesperada.

Después del despacho de equipaje, dos filas para ingresar a la zona de abordaje. Allí se entrega la declaración de salud, donde uno jura que no tiene los síntomas de la gripe porcina, declara en qué país/dirección/teléfono estará en los próximos días, y ruega que no se le escape una tos o un estornudo. Todos somos sospechosos, peligros potenciales.

Para pasar por el control: pasaporte, pasaje y declaración de salud. Te hacen sacar la mascarilla para reconocer tus facciones. Uno contiene el aliento en esos segundos, para no inhalar un virus volador.

En la sala de espera, cada uno se sienta todo lo lejos del otro que se puede. Casi no nos miramos. Todos somos sospechosos, peligros potenciales.

En el Duty-Free y los otros locales comerciales, nadie compra, nadie se interesa. La urgencia de salir del país es lo que prima. Salvar la vida, no comprar bagatelas.

Abordamos en silencio, todos detrás de nuestras máscaras. Los servidores aéreos, detrás de las suyas. Un avión lleno de fantasmas.

Emprendiendo el vuelo, todos en silencio nos concentramos en el despegue y unimos nuestras fuerzas: es la operación que nos salvará la vida.

Adiós México, nos despedimos hasta tiempos mejores.

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