Siempre me llamó la atención la relación del ser humano con las distancias.
He notado que un ser humano puede sentirse amenazado e intimidado, sólo por el hecho de que otro ser humano ingrese en ese invisible círculo vital que lo rodea, al acercarse demasiado para lo que el primero hubiera esperado. Es como si todos camináramos rodeados por una campana invisible, que nos mantiene lo suficientemente alejados de los demás, como para sentirnos seguros. Si alguien se acerca demasiado, la campana suena. Claro que este sonar se manifiesta de diferentes maneras en cada persona, pero de eso se ocupa la psicología.
Lo que muchas veces me llamó la atención, fue observar que las campanas de las personas son de muy diferentes tamaños. Hay quienes saludan extendiendo tanto la mano hacia uno, que pareciera que te la quieren regalar. Ellos necesitan mucho espacio para explayar su personalidad y estar seguros de que nadie interfiera. También están los que buscan siempre el contacto con el otro, y por ejemplo al hablarle le tocan el brazo; ellos se vuelven pegajosos para la mayoría de quienes los rodean. Tal vez necesiten mucho apoyo de los demás para lograr ocupar un poco de espacio en el mundo.
Pienso que tal vez las invisibles campanas sean barreras que ponemos a los demás, porque tenemos miedo. Por ejemplo: si vivimos en una gran ciudad, podemos viajar cuerpo a cuerpo con un extraño en un medio de transporte diario, sin que esto nos moleste. Pero al llegar a nuestra casa, o en nuestros lugares de trabajo, guardamos distancia con aquéllos supuestamente no-extraños con los que convivimos. Y la campana crece. Y tal vez una simple mirada a los ojos de alguien querido es más intimidante que el frotarse durante 35 minutos con un extraño en un tren subterráneo. Y una caricia que nos hace un amigo o un hermano, puede tornarse más incómoda que escuchar en un baño público los sonidos de las necesidades ajenas, o peor, que otros escuchen las nuestras.
Lo raro es que cuando las circunstancias de la vida nos obligan a estar físicamente alejados de quienes queremos, es un drama desgarrador para nosotros. Y soñamos con la cercanía, la misma que al tener, tememos.¿Qué nos hace agrandar las campanas con las personas más cercanas? ¿Por qué nuestra intimidad parece ser tan valiosa sólo cuando estamos en un ambiente íntimo? Somos tan extraños los seres humanos…
Yo creo que la intimidad entre las personas no es fácil de vivir, y se constituye en un logro que llega con los años, la confianza mutua y la mirada transparente. Entonces es gozosa, nos ayuda a re-conocernos, y se logra vivir con tanta libertad que uno quiere retenerla como el agua entre los dedos.
Tal vez las campanas nos permiten guardar esa sensación de total intimidad, reservándola para cuando estemos preparados a disfrutarla sin miedos, con total libertad y sin necesidad de explicaciones, utilitarismos ni excusas. Pero vale la pena buscarla…
Casi nadie sabe que el mejor de los cinco sentidos, es el tacto. Por algo lo tenemos en toda la piel de todo el cuerpo. Porque cuando los tactos de dos personas se reconocen, los demás sentidos pierden todo sentido.
en sueños no hay firmeza
Hace 3 días
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