martes, 30 de junio de 2009

Rapidez

Tenía muchas cosas importantes que hacer en este mes que estaré en La Serena, antes de trasladarme definitivamente a México por dos años. Una importantísima, era dejar arrendada/alquilada/rentada mi casa, la casa en la que vivo desde que la compré hace 4 años y medio. Otra tarea anexa, es vaciarla de mis miles de cosas, pero eso es un detalle.

Volví de Argentina el jueves, llegué a mi casa a la 1 de la mañana del viernes. Una persona del sector inmobiliario, que yo había contactado 15 días antes, justo antes de ir a mi país natal a despedirme, me avisa que tiene una familia interesada en mi propiedad, y que irá a verla el viernes a la tarde. Bueno, obviamente tuve que vaciar la valija y ordenar todo rápidamente, para presentar decentemente mi espacio vital.

Esperaba la llegada de los supuestos clientes, con la resignación de quien empieza un camino que será largo y tedioso, y que uno nunca sabe si terminará en buen puerto: me imaginaba un mes de interminables desfiles de familias recorriendo mi casa, nenes acostándose en la cama, tocando todo, responder miles de preguntas, ser simpática a toda hora y con todo el mundo, mantener la casa limpia y ordenada en todo momento... iba a ser cansador, pero estaba resignada a comenzar.
Llegó primero la gente de la inmobiliaria, conversamos 10 minutos de cualquier pavada, hasta que llegó la gente interesada. ¡Extranjeros! Me sentí cómoda enseguida, empaticé con su temor-recelo-ilusión, que tenemos todos quienes nos sentimos en la desventaja de no ser de un lugar donde queremos estar.

La mujer, llegada de Colombia hace dos años, estaba fascinada con la casa, con su comodidad, su calidez, sus espacios, sus muebles, sus detalles, hasta su calefacción y sus plantas. Después nos confesó que ya la había visitado por afuera, había recorrido el barrio, y estaba prácticamente decidida, pero le faltaba verla por dentro. Encontró todo más que ideal, un cuarto para cada miembro de su familia (o para cada generación de la misma), la conexión del cable, internet, la calefacción, el jardín, la entrada de autos, el lavadero... todo superó sus expectativas.

"¿Cómo hago para asegurarme que el 1 de agosto, ésta puede ser mi casa?". Pregunta radical. La mujer de la inmobiliaria le explicó sobre una reserva con el pago de un mes por adelantado, que ya sería el depósito, y dejar el contrato listo un mes antes del ingreso a la casa... no eran fáciles las condiciones. Pero ella aceptó de inmediato. Se pusieron de acuerdo para firmar todo el 1 de julio. Antes, por teléfono, había pedido rebaja; después de ver la casa no habló del precio.

"Qué linda es mi casa" fue la sensación que me dejó su visita... y un alivio. Ya no tendré que ver el desfile de miles de familias juzgando mi hogar para ver si puede ser el suyo.
Por dos años, mi casa, con todos sus muebles y su buena energía, albergará a otra familia, y me estará esperando a mi regreso, tan linda como siempre. Qué felicidad.

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