Las azafatas a medio peinar, el baño sucio antes de despegar... ya hacían presagiar un vuelo especial. Después de despegar vino el momento de servir el refrigerio, y entonces las azafatas que interrogaban a cada pasajero (fuera de la edad o el sexo que fuera) con un "¿qué tomás?". Como si estuvieran en su casa recibiendo a sus amigos más cercanos.
Después el asunto de la bebida: te dan en la bandejita una taza plástica, una cucharita y un sobre de azúcar. Pero cuando pasa el carrito, sólo hay bebidas frías. Cuando alguno preguntó por café o té, la respuesta era simple y desvergonzada: "se nos rompió la máquina que calienta el agua". Listo, así de fácil.
Una pasajera que era celíaca reclamó porque en el web check-in había pedido comida especial y le traían el mismo sándwich de todos. La respuesta de la azafata a cargo del "servicio a bordo": "¡estoy cansada de reclamar para que nos manden la comida especial!".
Argentina y su informalidad. Argentina y su desprolijidad. Argentina y su confianzudismo. Argentina y su aerolínea estrella.
A veces, da vergüenza ser argentino.
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