sábado, 28 de febrero de 2009

Realmente sí!

Cuando nací, una de mis madrinas (tengo 3) me regaló un libro que se llama “Recuerdos del Nene”, donde los papás deben ir registrando los primeros datos del bebé, durante los primeros dos años. Algo curioso de este regalo, es que estaba editado e impreso en Chile… raras las vueltas de la vida, no? Pero lo mejor fue que desde recién nacida, ya tenía mi libro propio (¿eso marcaría tal vez mi gusto por la lectura y el estudio?).

Luego de las páginas de los primeros añitos, viene una parte para llenar cuando uno ya sabe escribir. Yo lo hice con 6 años recién cumplidos, orgullosa de que ya había aprendido. Entre las preguntas aparecía, por ejemplo:

-¿Soy curioso/a?
(respuesta escrita en lápiz, con mi letra de aprendiz)
-¿Soy buen compañero/a?

-¿Soy travieso/a?
A veces
-¿Soy simpático/a?
Realmente sí
Sí, ésa fue mi respuesta, porque ya tenía claras mis cualidades desde chiquita!

Después aparecían unos dibujos de hombres haciendo diversas cosas, y mujeres también en diversas actividades, todas ellas muy estereotipadas en términos de género. Y la pregunta era:
-¿Cuál de estas profesiones tendré cuando sea grande?
Mi respuesta, tajante: “Nada de acá”.

Nunca me gustó que me encasillen en estereotipos. Pero simpática sí que era, “realmente sí”!

viernes, 27 de febrero de 2009

Madre desconocida

Al ser argentina y no tener alcurnia, tengo un solo apellido, el paterno. Dentro de Argentina esto parece normal y corriente, y a mí, con un nombre y un apellido, toda la vida me alcanzó para seguir siendo única e irrepetible.

Sin embargo, en Chile como en México, colocan como primer apellido el paterno, y como segundo, el materno. Y ahora que se inventaron los sistemas computacionales hasta para registrar a las personas que entran al baño público, se crea un grave problema para los argentinos comunes y corrientes que andan por el mundo (salvo que estén en Italia): ¿qué poner en el campo ”apellido materno” para que el sistema te registre?

Un tema son las caras de extrañeza y las preguntas capciosas de los funcionarios cuando les digo que “no tengo segundo apellido”, que provocan respuestas mías a la altura de la circunstancia, del tipo “tengo un solo apellido, soy pobre”. O “cuando mi papá me inscribió, sólo le alcanzó para comprar once letras”; o sandeces por el estilo, que brotan del aburrimiento de tener que repetir siempre lo mismo: “es que soy argentina, y en Argentina se registra sólo el apellido paterno”.

El siguiente tema es soportar los comentarios del tipo “¡qué machistas!”, “ah, pero entonces son misóginos”, “entonces el apellido de la mujer… ¿desaparece?” (a lo que les respondo “siempre desaparece, sólo que acá dura una generación para que una se ilusione”), o “pero entonces ¿no valoran a las madres?”. Y cuando me atienden mujeres los comentarios son del tipo “ja, como si el padre fuera lo importante, cuando la madre es lo único seguro!”, “claro, porque seguro que ellos son los que más sufren cuando nacen los hijos, no?” y reivindicaciones resentidas por el estilo, a las que generalmente respondo con alguna frase tipo “bueno, pero en un esquema patriarcal, como el de TODAS las sociedades latinoamericanas, lo importante es tener la herencia paterna, para asegurar el sustento económico del niño…”

Pero lo más “gracioso” de todo no son los diálogos, sino los resultados: cómo en cada lugar se resuelve el asunto, para que el sistema computacional rígido y diseñado con la lógica unívoca de ”todos son iguales a nosotros”, me acepte como persona, a pesar de no tener dos apellidos.

En Chile por ejemplo, mi segundo apellido para la AFP es ”NC” (supongo que quisieron decir que soy tan gil que no contesté). O sea que cuando me quiera jubilar y no coincida el nombre de mis aportes de toda la vida con mi partida de nacimiento, no sé a quién le donarán el fruto de mi trabajo. Bueno, en otros sistemas, como el de tarjetas de puntos, mi apellido materno es “SIN”. Otros optan por repetir el primer apellido, como si fuera el materno el único que tengo, o poner la inicial del mismo como segundo apellido. Para mi empleador en uno de mis lugares de trabajo, era “NN”. Y cada vez que tenía que firmar mi registro de entrada y salida, me sentía una desaparecida, o una occisa desconocida encontrada en la calle. En los sistemas donde yo misma puedo digitar y buscar las opciones, en general engaño al sistema poniendo espacios, o a lo sumo, un punto “.”.

En México, al momento de tramitar la visa de estudiante, me aceptaron el vacío y quedé con un solo apellido. Pero al matricularme en la Universidad y ser inscrita en el sistema de alumnos, mi segundo apellido fue “---“. Cuando tuve que registrarme en un sistema de red interna de la Facultad donde estudio, para poder tener acceso a internet desde mi computadora personal; no me aceptó los tres guiones como antes, ni el espacio, ni el punto. Había que poner palabras. Consultando por teléfono a los administradores de la red, me hicieron escribir como nombre de mi madre “NO TENGO”.

Fue el apellido materno más triste que me han inventado. Pobre mi madre, que tiene mil apellidos en mi nombre.

Les recomiendo encarecidamente a los argentinos que aún piensen engendrar hijos para que nazcan en ese país, que hagan lo que sea necesario, para que desde el momento de su registro, tengan dos apellidos. Si no los tienen invéntenlos, repitan el que tengan, hagan lo que sea… pero por el amor del globo: ¡déjenle abiertas las puertas del mundo a sus hijos: no les pongan un solo apellido!

jueves, 26 de febrero de 2009

Mi primer esguince

Digo yo, ¿tenía que ser en México? Bueno, pero fue. La combinación de mi velocidad al caminar, las veredas rotas del Campus, y la oscuridad de la noche, fue fatal. Se me torció mucho el tobillo, sentí un “crack”, volé por el aire espectacularmente, y caí sentada-acostada mirando hacia el otro lado. ¿En qué momento giré en 180º? No tengo idea.

Ahora soy un pirata-pata-de-palo, tengo que hacerme compresas frías-calientes, se supone que no puedo pisar por una semana, tengo tobillo de bola y ando toda vendada.

Después de dos caídas en 3 semanas, me quedan tres posibilidades:
-Empezar a caminar mirando dónde piso
-Bajar un cambio
-Ponerme a dieta

¿Por dónde empiezo?

Conversaciones interculturales de barrio

Diálogo de primera vez con el almacenero de la otra cuadra:

-¿Qué tipos de quesos tiene? ¿Me puede explicar cómo son?
-¿Usted es holandesa, verdad?
-No…
-Ah, pero parece holandesa. ¿De dónde es?
-Mm, vengo de Chile…
-¿Y por qué habla como holandesa?
-Cri cri
-Es que acá cerca vive una señora que es holandesa, y habla igual que usted
-Ah, qué raro… pero bueno, en realidad mi familia es de Bélgica, así que tanto no se equivocó…
(Sin comprender mi asociación de ideas) -Pero es que ustedes, allá en Brasil, hablan de otra manera de cómo habla usted, parece más holandesa que una persona de Rio de Janeiro…

Después de demostrarme claramente que no entendía nada de países ni de culturas ni de lenguajes, desistí de mi idea de pedirle consejo sobre qué cerveza comprar, deseché su negocio para hacer futuras compras, y lo bauticé “el guaznápido holandés”.


Diálogo en una de las librerías de este barrio estudiantil:

-Buenas tardes, busco cartulinas de las grandes, ¿tienes?
-A ver, pasa por aquí para que veas lo que tengo… (y yo, tan obediente y gil, pasé)
-Eres chilena, no?
-Ssí… ¿Se nota?
(Con sonrisa de triunfador) -Sí, lo que se nota, claramente, es que no eres argentina, así que tienes que ser chilena.
-Bueno, en realidad, soy argentina!
-Ah, pero vives en Chile!
-No, vivo acá a dos cuadras… (y le concedí:) Pero antes sí, vivía en Chile.
-¿Bueno, te sirven estas cartulinas? Si no, te traigo otras para mañana…

Así que mañana volveré a buscar las cartulinas negras que le encargué, ya que después de visitar tres librerías, saqué la conclusión de que acá sólo venden claritas, suponiendo que uno siempre escribe con colores oscuros.
De hecho, yo no las quiero para escribir sino para dormir, pero ése es otro cuento.

domingo, 22 de febrero de 2009

Exposición individual

Sigo personalizando el que será mi espacio de vida en México por este semestre.
Ahora le dí mejor uso a mi linda bufanda de "Manos del Uruguay" (ya que no hace frío), e hice una exposición de mis alhajas frente al espejo del cuarto.

Así no tengo que usar todos los días los mismos aritos de lapizlázuli por ser "los que están a mano".

Vean cuán lindo me quedó:

Primera salida de paseo

Sábado 21 de febrero

Después de tres semanas en México, en que no paré de ir y venir, hacer trámites y estudiar… hoy fue el primer día que salí, sólo para pasear y despejarme un poco. Primero quise ir a un ciber acá cerca, para contarles a todos Ustedes que ya tengo mi chiche nuevo: la netbook desde donde les escribo, que aún espera la conexión a wi-fi en casa… la semana que viene, ojalá. Pero resultó que justo cuando me senté frente a la computadora del ciber se cortó la luz, así que no alcancé ni a abrir una ventana, y volví a mi casa. El contexto: un viento de esos que vuela los techos, el cielo cubierto, amenaza de lluvia (que finalmente fueron unas pocas gotas). Al volver a mi casa, compruebo que se cortó la luz en todo el barrio. ¿Qué hacer? Justo el primer fin de semana que estoy sola, y cuando tengo chiche nuevo, viene a cortarse la luz…

Salí, me tomé el metro y fui a una “Plaza Comercial” como les dicen acá a los mall o shopping. Tenía que sacar plata de mi cuenta de Chile, y comprar sábanas, ya que las que traje me quedan chicas para esta cama matrimonial, y amanezco todos los días enredada como un capullo. Pero aproveché la salida para ver otras cosas, principalmente cómo se entretienen los mexicanos un sábado de “lluvia”, adentro de una Plaza comercial. Básicamente, comiendo mucho y comprando poco.

Bueno, me encontré con una de estas súper-mega cadenas de cine, que odio profundamente por la mercantilización que hacen de la cultura, la selección arbitraria de las carteleras y esa manía de venderte pop corn hasta que revientes; pero hoy me pareció buena idea ocupar la tarde, mientras en mi casa no había luz, en ver una película. Elegí el cine mexicano para empezar a conocerlo más. Vi “El brassier de Emma”, que no merece mayores comentarios de ningún tipo, pero lo que no quería era ver un dramón, ni una de esas películas de acción y sangre… mi ánimo de primer fin de semana sola en día de lluvia, no daba para mucho.

Lo mejor estaba por llegar, ya que al salir del cine empecé a buscar mis sábanas, y terminé en el condenado Walmart (acá hay mucha influencia gringa, estamos muy cerca!), donde elegí mis sabanitas, una linda colcha para sacar la que había en la casa, que considero vieja, fea y de mal gusto; y otras cositas necesarias para la casa, como cuchara de madera, pela papas, 2 tazas de loza (la de plástico que tenía me hacía sentir muy inmadura), rollos de cocina... Pero fui más feliz aún cuando encontré al fin (en los negocios de mi barrio no había): ¡¡¡tierra, macetas grandes y semillas de hortalizas!!!
Me vine muy cargada en el metro, pero entusiasmada: empezaré este semestre sólo con tomate y zanahorias, para alcanzar a cosechar antes de junio, ya que acá está comenzando la primavera y eso me augura un crecimiento rápido y fructífero. Además, ahora tendré un nuevo entretenimiento cuidando las plantitas, y no extrañaré tanto mi huertita de La Serena.

Ahora son casi las 12 de la noche, y aún sigo a oscuras en mi casa, así que me felicito por haberme entretenido durante la tarde en un lugar que cubrió mi cuota de ver gente por todo el fin de semana, y eso me permitirá mañana domingo estar tranquila en casa, preparar mis almácigos, y dedicarle unas horas a mi trabajo actual: el estudio y la investigación. También me felicito por haber sido nieta de europeos que vivieron la Primera Guerra y me inculcaron la importancia de estar provisto de todo en una casa “por si viene la guerra”. Esto me permitió volver tranquila hoy a mi casa, sabiendo que en ella había velas esperándome, para iluminar un momento como éste; además de comida para dos semanas y 12 litros de agua mineral.

¡Que venga la tormenta nomás, que acá la espero!

¡Viva la riqueza cultural!

Hoy, 21 de febrero de 2009, es el “Día Internacional de la Lengua Materna”.
En este contexto, les comparto unos datos estadísticos de la Unicef (ojo, que no es la canción de Schwenke y Nilo, eh):

• De las 6000 lenguas que existen en el mundo, actualmente el 50% está en peligro de extinción.
• El 96% de las lenguas son habladas en total, por el 4% de la población mundial.
• Europa posee sólo el 3% de la riqueza lingüística de la humanidad.
• México posee 62 lenguas autóctonas que aún se hablan (más del 1%).

Si partimos de la base de que las lenguas reflejan y transmiten la percepción del mundo y de la vida que posee cada cultura… la muerte de las lenguas implica un importante empobrecimiento cultural de la humanidad, que tiende cada vez más a homogeneizarse “gracias” a culturas poderosas, que dejan sin oxígeno a las menos dominantes (no necesariamente minoritarias).

Hace unos días conversé con un profesor que pertenece a una etnia del Estado de Oaxaca. En este Estado mexicano, aún viven –o sobreviven, habría que investigar- 16 lenguas originarias. El trabaja en una “Escuela Normal Bilingüe Intercultural”, donde forman a docentes pertenecientes en su mayoría a grupos étnicos, y los preparan para enseñar a sus alumnos en español, en su propia lengua materna, y al menos en una más de las lenguas presentes en el Estado. En esta Escuela Normal se están hablando y enseñando, 14 de las 16 lenguas nativas del Estado.

Por supuesto que ya quedé de acuerdo con él, en que voy a ir a visitar esa Escuela, y a empaparme lo más posible de sus experiencias… Por estas cosas vale la pena para mí estar en México: en el sur del Continente estamos a años luz de esta riqueza educativa y cultural.