domingo, 27 de diciembre de 2009
Va-ca-cio-nes!!!
lunes, 23 de noviembre de 2009
Percusión total
sábado, 14 de noviembre de 2009
Como un relato de mi vida actual
domingo, 8 de noviembre de 2009
postito
o no le pongas nada
pero postea :)
jueves, 22 de octubre de 2009
Estrategias identitarias
miércoles, 14 de octubre de 2009
¿Educación o dominación?
miércoles, 16 de septiembre de 2009
De Sistemas, Burocracias y Racionalidades
lunes, 14 de septiembre de 2009
De dolores y placeres
sábado, 29 de agosto de 2009
Empleada pública estudiantil
¿A ustedes también les pasa que cuanto más cosas tienen que hacer, menos se pueden concentrar en hacerlas?
Así fue mi tarde de sábado: tenía que ganar tiempo porque esta semana pretendo participar de un Congreso de tres días en la otra punta de la ciudad, y no puedo por ello faltar a mis clases de posgrado, ni dejar de entregar cinco trabajos diarios que implican el análisis de al menos unas 50 páginas de texto cada uno, ni de hacer un par de power points semanales para alivianarle el arduo trabajo a los profesores. Además, esta semana se suma a la rutina estudiantil de siempre, una prueba on-line y una entrega de avance en mi proyecto de investigación.
La perspectiva era obvia: sábado de estudio. Pero resulta que esta semana estuve pintando parte de mi casita mexicana, y eso implicaba ahora acomodar muchas cosas, y terminar de limpiar las manchas de los pisos y de todos lados, ya que mi forma de trabajar en la casa semeja un concurso de manchas, y no por el elemento artístico precisamente.
Me levanté tarde, porque estaba cansada de la semana, y finalmente porque “para eso es sábado”, ¿o no? Después de desayunar y acomodar varias cosas en el lugar de estudio de la casa, que estaba vacío porque terminé de pintarlo recién ayer, me di cuenta de que quedó tan blanco que al entrar la luz por la claraboya estratégicamente ubicada arriba del escritorio, cuando quisiera estudiar me iba a encandilar demasiado. Empecé a fantasear con estudiar con lentes de sol, y probé si así era mejor. Ya la semana pasada había implementado usar una gorra con visera cuando estudio a la mañana, porque el brillo vertical del sol me ilumina los anteojos y éstos me producen algo así como una película blanca en todo mi campo visual. Ahora se me ocurrió que mejor puedo poner unas cartulinas grises en las paredes aledañas al escritorio, para lograr una mayor concentración visual y menor cansancio de mis pobres ojitos que no tienen la culpa de que su dueña sea tan intelectual y haya estudiado 26 de los 33 años transcurridos desde que adquirió la lectoescritura.
En fin, para acomodar las carpetas llenas de los 7 kilos de fotocopias que saqué en el semestre pasado, más los pocos libros que pude traer desde Chile y los que ya fui adquiriendo en México, mis útiles escolares, la impresora y los CDs, decidí que mejor primero le ponía al estante de madera que los contendrá, un contact transparente para que no se junte tanta tierra y se pueda limpiar más fácilmente. Después de tomar todas las medidas, limpiar detalladamente la madera, y colocar el film transparente, finalmente fui a acomodar los papeles pidiendo perdón a los bosques por tal inescrupuloso acopio de celulosa, y descubrí lo que nunca había calculado: las carpetas y los libros se patinan en una superficie tan brillante y lustrosa, y se caen hacia los lados. Empecé a pensar en las posibles soluciones: poner un par de macetas con plantas intercaladas entre los libros y las carpetas, o tal vez adquirir algún adorno de piedra tallada que existen en gran variedad y belleza en este país… pero como estaba apurada por comenzar a estudiar, lo solucioné provisionalmente con la impresora de un lado y la pila de CDs colocados en forma horizontal por el otro. El diccionario de inglés que adquirí la semana pasada, bastante grueso, ayudó también a la estabilidad del resto de los libros.
Teniendo esto listo, me dio hambre y tuve que ir a cocinar, y preparando las milanesas me di cuenta de que no tenía con qué acompañarlas, y me fui a la verdulería de acá a dos cuadras. Después de una interesante plática con los verduleros sobre las frutas y verduras que hay y no hay en Chile y Argentina, las frutas autóctonas de México y las que no lo son (muchas vienen de Cuba!) y todo lo relativo al motivo de mi estadía en esta ciudad, regresé con un kilo de papa blanca, que me permitió terminar la preparación de mi plato, y media hora después, almorzar. A todo esto, eran las 5 de la tarde. Me dije al sentarme a comer: “a las cinco y media estoy estudiando”.
Cuando hube terminado con la cocina, por supuesto ya había pasado mi límite de tiempo. Así que fui rápidamente al escritorio, me senté y empecé a acomodar los papeles de las diferentes materias que tengo que leer en estos días. Organicé en un calendario las actividades inmediatas para no olvidar ninguna entrega. Decidí concentrarme por ahora en la materia del lunes, y puse ante mí el texto de la “Gran Ética” de Aristóteles, y dejé a mi derecha, a la vista, los “Tratados filosóficos” de Séneca, para recordar que todo eso era para el lunes. Pero antes de empezar a leer, me molestaba el silencio y busqué entonces el discman para escuchar el CD de música latinoamericana que compré el otro día (no tengo equipo de música, ni parlantes ni nada sonoro que no se escuche directamente en los oídos). Cuando empecé a escuchar “El cóndor pasa”, me acordé que necesitaba un lápiz y no lo había traído. Lo fui a buscar a la mochila… “ah no, ayer lo dejé en la cartera”. Bueno, cuando lo tuve volví a sentarme, me enganché los auriculares otra vez, encendí la música y me dispuse a empezar a leer a Aristóteles. Eran las 6 y media.
En la segunda página me encontré con la frase “Vemos pues, que la ciencia o tratado de las costumbres es una parte y un principio de toda la ciencia sociológica, hasta el punto de que a mí me parece que este tratado o discusión de las costumbres no debería llamarse ética, sino más bien sociología o política”. ¿QUÉÉÉÉ? ¿De dónde salió este texto? ¿Desde cuándo Aristóteles habla en primera persona del singular? ¿Cómo es posible que se refiera a “las ciencias” y a “la sociología”, cuando esos conceptos son muy posteriores? ¿Acaso Aristóteles se adelantó 24 siglos a Durkheim al definir como “sociología” a la ciencia que estudia las interacciones dentro de la sociedad? Y el concepto de “sociedad” tampoco existía en la Grecia clásica, donde sólo importaba “la polis”: la ciudad.
Definitivamente, este texto mal traducido era mucho para mí en esta tarde de sábado. Quise continuar la lectura pero me dio un profundo sopor, y me di cuenta que necesitaba un buen café si quería prosperar en mi intento de análisis. Busqué en internet dónde quedaba el “Oxxo” más cercano, que son las tiendas que en todo México venden café de máquina, calentito y recién hecho, durante las 24 hrs. Queda a 12 cuadras. Bueno, lo necesito. Me abrigué, busqué plata, vi que estaba por llover, busqué el paraguas y salí a caminar, “silbando bajito por no llorar” como dirían los uruguayos. Me fui filosofando en esto del concepto de sociedad, de política, de ciencia… Para hacer corto el relato, lo cual es prácticamente más imposible que estudiar en esta tarde de sábado, regresé con mi capuchino moka en un vaso térmico al más puro estilo gringo, y volví a sentarme frente al supuesto Aristóteles que me entregó mi profesor del lunes. Fui inmediatamente interrumpida por el teléfono, que me conectó con Argentina, la cumbre del Unasur, la supuesta instalación de bases militares estadounidenses en Colombia y británicas en las Malvinas… Y esto me recordó (¿?) que el contact que me había sobrado podría servir para forrar los estantes de mi ropa, que también son de madera pelada y esto no es muy limpio que digamos.
Cuando dejé esta instalación realizada en la habitación, regresé a mi “lugar de estudio”, y al ver que eran las 20:30 me dije a mí misma “bueno, me queda media hora para estudiar y después veo las noticias”. Me reí tanto de mi pensamiento, que pensé que hoy parecía una empleada pública, de tanto dar vueltas sin concretar lo que realmente tenía que hacer hoy. No es que no haya hecho nada, es que no hice lo que tenía que hacer. Entonces quise continuar la lectura, pero mi mente se quedó con este pensamiento y en eso tuve la siguiente iluminación: “Claro, es que yo estoy estudiando con una beca estatal, y eso me convierte en una especie de empleada estatal. De hecho, la beca me obliga a regresar a Chile y trabajar para el Estado por el doble de tiempo que dure la beca, así que es mejor para mí ir aprendiendo a desenvolverme en ese medio de burocracia que consiste en dar continuas vueltas de rotación y traslación, y que sin embargo no produce una danza como podría parecer por la descripción, sino una vergonzosa pérdida de tiempo y de energías que los burócratas llaman “trabajo, chamba, pega, laburo”, dependiendo del país de nuestra querida indoamérica en que se encuentren.
En los siguientes minutos, y ya perdiéndome el noticiero de las nueve, me quedé filosofando en la estrecha relación que tenían estos pensamientos con la degeneración del concepto de Política que crearon los griegos, que hemos logrado gracias al nacimiento de nuestros estados modernos. Lo mismo que hizo el “traductor-destructor” de este texto de Aristóteles que había llegado a mis manos, al traducir “logos” por ciencia, y “polis” por sociología.
Como verán, hoy fue un día muy provechoso, en el que aprendí mucha filosofía.
viernes, 7 de agosto de 2009
Emoción
Furor
El 29 de abril salí huyendo de este país. En ese momento, la cosa estaba caótica. El nuevo virus era desconocido y mutaba todo el tiempo, no había cura conocida (comprobada), el pánico se apoderaba de todo México, todo estaba cerrado y no se podía ir a ningún lado, los canales de televisión suprimían sus programas de chimentos para transformarlos en programas de divulgación científica, y el jefe del gobierno de la ciudad anunciaba el cierre de aeropuertos y del servicio de metro en los próximos días.
miércoles, 5 de agosto de 2009
Alegría
lunes, 13 de julio de 2009
Honduras no está en paz
lunes, 6 de julio de 2009
Nudo en la garganta
martes, 30 de junio de 2009
Rapidez
lunes, 22 de junio de 2009
No nací para ser madre
Últimamente, las personas a las que les dije esta simple verdad de mi vida, se rieron sin terminar de comprender: “No nací para ser madre”.
Uno tiene que saber para qué nació. Eso implica reconocer para qué NO nació uno.
Yo creo que no nací para ser madre, y la vida se encargó de mostrármelo. No toda mujer tiene que ser madre. Esta es una verdad que una vieja amiga me ayudó a descubrir. Es la sociedad la que nos impone ciertos estereotipos y roles de género, que a veces nos impiden descubrir nuestra verdadera identidad, nuestros verdaderos sueños, nuestro “para qué” en esta vida.
Yo me siento educadora. Creo que sí nací para educar, pero no nací para ser madre. No es lo mismo. No va todo junto. No necesariamente uno tiene que educar a sus propios hijos para ser educadora. Además, si todos tienen hijos y nadie los educa (porque se supone que para eso los mandan a la escuela) ¿adónde vamos a ir a parar?
Se preguntarán por qué digo que no nací para ser madre. Bueno, simplemente desde pequeña no me gustó esa imposición social de que las nenas tenemos que jugar con muñecas, peinarlas vestirlas bañarlas acostarlas… jugar a la casita y a ser mamás esperando al esposo que vuelve del trabajo. Cuando mi hermana, un año mayor que yo, dejaba una muñeca sobre mi cama o en algún lugar que me molestaba, yo la agarraba de los pelos y la sacaba de mi camino. Cuando ella lloraba desesperada por mi acción, cual madre compadeciendo el sufrimiento de sus “hijos”, yo le decía con obviedad “¿qué, acaso es una persona?”. Estas palabras revelan tal vez mi tendencia al realismo y al pensamiento lógico, pero también mi falta de romanticismo por esa institución social que se ha dado en llamar la maternidad.
No crecí como una niña apegada a su madre, insegura y necesitada de abrazos. Crecí como un ser más bien solitario, independiente, atípico. Me molestaba que me dieran muchos besos, abrazos y apretujones. Me molestaba que me preguntaran qué quería ser cuando fuera grande, porque a nadie le gustaban mis respuestas. Entonces ¿para qué preguntaban? Si querían escuchar que iba a ser una mamá de 10 hijos y dedicarme exclusivamente a ellos y a un hogar, ¿para qué preguntaban? Si se veía a todas luces que yo no era esa clase de nena…
Durante una época me cansé de luchar contra la sociedad, me quise amigar con el mundo, y pensé que debía buscar un “hombre ideal” (¡como si realmente existiera semejante espécimen en alguna parte del mundo!), que fuera aprobado por mi gran familia prejuzgona, y que fuera el padre de mis hijos, los hijos que la sociedad y las dos familias de las que provengo, esperaban de mí. Claro, es evidente que hubiera aplacado a muchos tíos y tías en sus preguntas de cada reunión familiar, y que me hubieran aceptado e integrado mucho más a sus vidas y a las vidas de sus hijos, como un ejemplo. Pero entonces ¿dónde quedaba yo? ¿dónde quedaban mis sueños? ¿dónde quedaba mi propia vida? Finalmente decidí ser feliz y me liberé de esos mandatos caprichosos de otros. Y no me arrepiento ni un día de mi vida.
La sociedad, a veces, puede coartar fuertemente la vocación personal de la gente, y especialmente de las mujeres.
jueves, 18 de junio de 2009
Chimpay, la cuna
En medio de kilómetros y más kilómetros de pampa, viento y tierra, el desierto del sur argentino me hacía un lugarcito. Y el pueblo de Chimpay se convertía en mi lugar. Yo conocía el lugar y a algunas personas de allí, desde hacía 5 años. Había estado por períodos cortos, de 10 ó 15 días. Pero al ir a vivir allí, mi mundo se concentró en un espacio pequeño y en un grupo reducido de personas, y a la vez, se expandió en la inmensidad de sus pampas vírgenes.
Chimpay es un pueblo de la provincia de Río Negro, que prácticamente no existiría en el mapa, si no fuera por un indiecito, hoy declarado Beato por la Iglesia Católica. Hace 104 años, un indiecito nació en sus tierras, fue bautizado en las tolderías de la zona por los padres salesianos, y hasta quiso ser cura. El era hijo del gran cacique Namuncurá, quien negoció con el Gral. Roca la rendición de los araucanos a cambio de unas pocas tierras en la zona de Neuquén. El estaba destinado a ser el heredero de la gran responsabilidad sobre su amado pueblo: el nuevo cacique. En su lugar, quiso ser el servidor de su gente, a través del Evangelio y los sacramentos. Se fue a estudiar a Buenos Aires con los salesianos, y después de unos años, ellos lo llevaron a Roma. Conoció al Papa, a quien le entregó regalos de “las indias”, su tierra. Pero su vida quedó truncada por la tuberculosis, que no pudo curarse en un clima tan distinto al de sus pampas chimpayenses, y murió en Roma a los 18 años.
Hoy Chimpay, bautizada “Cuna de Ceferino Namuncurá”, recibe todos los años a varios miles de personas, que peregrinan hasta esta tierra, donde no están sus restos mortales. Es la tierra que lo vio nacer, en unas tolderías a orillas del Río Negro. Es la gran gloria del pueblo. Se diría que la única gloria del pueblo.
Chimpay es un lugar especial, para quienes quieren descubrirlo. En mi propia vida, el año y medio que viví en sus tierras, fueron muy especiales. Chimpay y su gente me hicieron romper el cascarón dentro del cual había vivido durante 30 años sin saberlo, y fueron testigos del nacimiento de una nueva persona, de la verdadera “yo”, que emergió desde mi interior.
Chimpay fue mi tierra de metamorfosis, de transformación desde el interior. Nunca olvidaré este lugar, nunca olvidaré la sencillez de su gente, el regalo que me hicieron de no verme a través de caretas que la vida y yo misma me habían puesto. Nunca olvidaré el silencio y soledad de su desierto, que permiten a quien sabe escuchar el viento, verse por dentro y aprender a vivir desde esa verdad.
En estos momentos estoy sentada en un colectivo desde hace 19 horas, para visitar Chimpay. Y con emoción, me estoy acercando a su paisaje, a su viento, a su tierra, a su gente. Vuelvo después de unos 4 años, de visita. Vuelvo a ver amigos, que fueron testigos de mi nuevo nacimiento, a los 30 años. Vuelvo a mi segunda cuna. La única cuna que recuerdo en mi vida. Y algo se me ensancha adentro. Soy feliz de volver. Lo necesitaba. Sí, Chimpay, mi querida tierra, soy yo.
Vocación de alimentar
Pienso que cuando, después de estos días, vuelva a subirme a un avión me cobrarán doble pasaje, y yo tendré miedo de ser la culpable de algún contratiempo en el despegue. Pero está lindo que -como dirían los chilenos- “me regaloneen” así… Es su forma de quererme, ¿no?