Hace 21 días fui a la sucursal de Telmex a pedir el servicio telefónico, en paquete con la conexión de internet inalámbrico, como llaman aquí al wifi. Hace 13 días vinieron a instalar la línea telefónica en mi casa, pero me dijeron que para que empiece a llegar la conexión de internet había que esperar 5 días más. Pues bien, luego de esperar varios días, y haciendo honor a mi naturaleza empecé a reclamar telefónicamente. Las cuatro veces que hablé con alguna señorita, la indicación fue simple y clara: “tiene que tener paciencia y esperar”.
Mientras espero impaciente (no puedo hacerlo de otra manera), reflexiono sobre esta manía/virtud latinoamericana que evidentemente no tengo: la paciencia sumisa que permite pasivamente que otros tuerzan tus derechos. Una posible explicación es que tenemos una herencia cultural creada desde la época de la conquista, que implicaba en esos años someterse al poderoso para salvar la vida, y que hoy se traduce en ser sumiso y cuidar la imagen para “estar bien con todo el mundo”. Para cumplir esto, dejan de expresar lo que piensan en espacios públicos, adulan a quienes tienen un poco más de influencia o poder, casi pidiendo disculpas por existir, y cuando algo no sale como esperaban o les niegan cierto derecho, se resignan calladamente.
Esta sumisión se va enseñando de generación en generación, en las sociedades herederas de la colonización. Aquí en México, sociedad formada en su gran mayoría por descendientes de pueblos originarios, este elemento se ve aún con más fuerza. Pero uno se pregunta ¿por qué los argentinos somos tan distintos en este aspecto, al resto de Latinoamérica? Tal vez tiene que ver con nuestros orígenes culturales: somos muchos más los hijos de inmigrantes europeos, que los hijos de pobladores originarios prehispánicos. Esta masiva llegada de europeos a Argentina en los últimos 120 años, creo que impactó de tal manera en la cultura nacional, que se produjo una ruptura en esa enseñanza intergeneracional de la sumisión, y nos hizo valorizar más nuestra propia dignidad y el ejercicio de nuestros derechos personales y ciudadanos, aspecto cultural que nos llegó desde Europa.
Tal vez de ahí viene la percepción que el resto de Latinoamérica tiene de los argentinos, como que somos muy creídos, arrogantes… tal vez yo diría “poco sumisos”. El problema es que como somos distintos al resto, “ellos” no saben cómo tratarnos, los desorientamos… y no comprenden que no es nuestra intención avasallar a nadie con nuestra personalidad y nuestra postura frente a la vida, simplemente respiramos otra cultura desde que nacimos.
El “paquete conectes” aún no me termina de conectar… y yo no me quedaré sentada esperando ese momento, porque no me criaron de una forma sumisa, sino como un ser humano valioso, con derechos y dignidad personal.
en sueños no hay firmeza
Hace 3 días
2 comentarios:
¡Oye! ¡En Chile tambien hay mucha ascendencia europea y claramente somos diferentes a los argentinos! ¡No hago ningún juicio de valor respecto de ninguno de los dos, pero que somos distintos, vaya que los somos!
¿Qué pasará en Perú o Bolivia, por ejemplo?
Pero en Argentina los europeos se hicieron argentinos, en cambio en Chile se transformaron en colonias cerradas porque los chilenos no son muy abiertos que digamos a lo diferente... entonces no se dio la integración cultural que se dio en Arg. Además, no se pueden comparar los porcentajes de población inmigrante de ambos países!! No te olvides que Arg y Brasil fueron -por lejos-los 2 países que más recibieron europeos en los siglos XIX y XX, vía Atlántico.
Estos datos para mí pueden explicar la abismal diferencia cultural de Argentina y el resto de América Latina, porque no sólo con Chile somos distintos!
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