1) Al llegar a Lima todos nos tuvimos que bajar del avión, ya que todos hacíamos trasbordos internacionales: había 8 destinos diferentes entre mis compañeros del primer vuelo.
Nos hicieron formar otra fila, y volver a pasar nuestras pertenencias por el detector de metales. Ahí fue cuando escuché que atrás mío venía un grupo de adultos que harían exactamente las mismas combinaciones de vuelos que yo, y fue inevitable para mí conversar. Eran una delegación de profesores chilenos, que iban a México a un Coloquio de Educación, y nada menos que a Cuernavaca!
Lo increíble para mí fue la pregunta de una de ellos: "¿Tú también eres profesora?". "¿Tanto se me nota?". "Sí, no sé, tu forma de expresarte, tu mirada directa..."
Insisto: jamás sería apta para algún tipo de clandestinidad. Está claro que soy menos enigmática que un baño público.
2) Veo en una tienda del aeropuerto de Lima adornitos y recuerdos con la leyenda "Macchu Pichu, wonderful of the world", y me pregunto qué pensarían hoy los Incas del lema marketinero en el idioma del imperio que hoy heredó su poder en latinoamérica.
3) Encuentro en el aeropuerto una zona de degustación de bombones de maracuyá, de mango, de piña y de café... Unos metros más allá, un autoexpendio gratuito de café arábico producido en Perú; con vasitos, azúcar y hasta mini-pajitas para tomarlo.
Mientras me sirvo, sorprendo a mis traviesas neuronas comentando entre sí: "Probamos todo ahora, y antes de tomar el vuelo, dentro de 5 horas, volvemos y hacemos otra degustación...".
Entonces me reprendo a mí misma: "No podés tener tanta mentalidad de sudaca!"
4) Busqué algo parecido a un cyber en el enorme aeropuerto de Lima, y sólo encontré que hay un lugar, llamado "Smoking Bar" donde hay 3 PCs, que "te prestan" por 15 minutos si consumes algo. Lo más barato es una bebida, por 3,5 dólares.
O sea que además de estar obligada a respirar adentro de una nube blanca de nicotina ajena, para postear lo que estoy pensando tendría que pagar a razón de U$S 14 la hora.
Definitivamente, los aeropuertos no están pensados para becarios.
Menos mal que traje una libretita.
5) Durante las seis horas de espera en Lima, llamaron a embarcar a por lo menos 4 vuelos hacia Santiago de Chile. Mentiría si no confesara que tuve más de un impulso de ponerme en la fila y cambiar mi pasaje para hacer el vuelo de regreso.
Es mucho lo que dejo en Chile, y sinceramente espero que México sepa valorarlo y esté a la altura de mi sacrificio.
en sueños no hay firmeza
Hace 3 días
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