miércoles, 13 de mayo de 2009

Chileno re-made in Nueva York (El Regreso VIII)

Jueves 30 de abril, 11:40 hora local. Aeropuerto de Mendoza.

Al subir al avión (nuevamente el mismo) me encontré con los azafatos que venían con nosotros desde Lima (nuevamente los mismos). Tenían peor cara que nosotros: ojerosos y agotados. Fui amable con ellos, que no tenían ninguna culpa de todo el incidente. "¿Pudieron dormir algo?" "¡Nada!" exclamaron con cara de indignación-resignación-enojo-impotencia. Cuántas cosas se pueden decir sólo con una palabra. Intenté consolarlos, cual madre solícita: "Bueno, ahora es un ratito y ya termina todo esto".
Volví a mi asiento (nuevamente el mismo) pensando para qué nos habrían hecho bajar todo del avión, si volveríamos a subirnos y a ocupar los mismos asientos. Supuse que querían cubrirse de futuras demandas por pérdida de enseres personales o algo así.

Hablando de demandas, atrás mío venía un chileno que vive en Nueva York, quién sabe hace cuánto tiempo. Desde que llegamos a Mendoza (primer momento en que tuvimos contacto con la tripulación, que no aparecía nunca en la cabina), él empezó a decir que cómo podía ser, que él venía desde Nueva York a ver a su padre que estaba grave en Valparaíso, que no podían retenerlo en Mendoza, que lo enviaran en otro avión que saliera hacia Santiago inmediatamente...

Luego nos dijo a los pasajeros que estábamos cerca, que esta situación en Estados Unidos no se hubiera dado, porque cada pasajero le hacía una demanda legal a la compañía y se hacía rico con la compensación...

Después sacó su cámara, y encendiéndola en la función de grabación, empezó a recorrer el avión cual reportero ciudadano, mostrando a la gente y explicando que nos tenían ahí, que nadie nos daba explicaciones, que nos habían desviado, etc. "Acá se puede ver cómo la gente está indignada, porque no nos dan una solución", mientras todos lo mirábamos con cara de aburridos, indiferentes a su reclamo inútil. Y para rematar, dice al final de la grabación: "Esta es una prueba para ser entregada a las autoridades aeroportuarias de Nueva York".

Jajaja, no podíamos creer los que lo escuchamos. En primer lugar esas imágenes no probaban nada, sólo que había personas adentro de un avión en actitud de estar esperando algo. En segundo lugar ¿qué le importa a las autoridades aeroportuarias de Nueva York, el desvío de un vuelo de Lima a Santiago, de una aerolínea de centroamérica?

Lo mejor fue que al cortar la grabación se dirigió al resto de los pasajeros, cual político en plena campaña, afirmando "Quédense tranquilos, que esto mañana llega a Nueva York", agitando la cámara como si fuera el arma de un vaquero.

Ahora, después de haber comido, caminado un poco, y ante la promesa del pronto regreso a Chile, estábamos todos más calmados.
Sin embargo, este muchacho seguía buscando cómo hacer campaña en contra de la aerolínea.
Después de que todos estuvimos sentados y acomodados, empezaron a pasar los minutos y nadie nos decía que nos abrocháramos el cinturón ni que íbamos a despegar. Nada pasaba.
Como a los 20 minutos empezamos a preguntar a la tripulación, que nos informó que estaban cargando combustible a la nave. ¿Para eso nos hicieron subir tanto rato antes? ¿Y no pudieron cargar combustible durante las 8 horas que lleva el avión en esta loza?
Bueno, nada que hacer. A esperar. Otros 20 minutos, y nada sucedía. Yo mientras tanto, chateaba con mi sobrina de 7 años, que ya se había levantado y estaba por ir a visitar a una amiguita. Cuando le dije "Estoy en Mendoza" me respondió "Qué liiiiindo!". "Sí, no sabés qué lindo que la estoy pasando..."

La gente se empezó a impacientar, y surgieron los aplausos rítmicos, los chiflidos y hasta los gritos. Se enciende el altoparlante. El copiloto esta vez. Con voz temerosa y casi tartamudeando, explica que el Capitán se encuentra en tierra, esperando la información meteorológica de Santiago. ¡No podés! ¿Todavía?
Tuvieron que pasar como 10 minutos para que de nuevo todos empezaran a gritar su impaciencia, y saliera la voz del copiloto que ya nos habló en una forma coloquial, diciendo que todos estábamos cansados y todos queríamos llegar a nuestras casas (?), pero que entendiéramos un poco la situación, que aún en Santiago había niebla y tenían que asegurarse de que iban a poder aterrizar. El neoyorquino-chileno empezó a decir si no habían tenido suficiente tiempo para leer los manuales de aterrizaje, para que esta vez sí logren hacerlo, y otra sarta de comentarios por el estilo.

Unos minutos después, el copiloto salió de la cabina y se quedó ahí adelante parado, mirando hacia los pasajeros, como montando guardia. Le empezaron a chiflar. El chileno-neoyorkino le empezó a gritar que daba vergüenza ahí parado, que no tenía presencia, que era mejor que siguiera escondido en la cabina si no tenía autoridad... entonces a alguien se le ocurrió denominarlo "pollito", y tras algunas risas, empezaron a cantarle "el pollito, el pollito"... con la música de "el cortito" de Martín Karadagian (sólo los argentinos de más de 30 años me entenderán esta referencia). El tipo se bancó un rato las pifias, mirando hacia un punto fijo, pero tenía cara de ponerse a llorar en cualquier minuto. Después desapareció.

Cuando finalmente el Capitán se acercó al avión, quienes estaban montando guardia para avisar al resto de los pasajeros, gritaron "ahí viene el Capitán". Apenas se vio su sombra en el pasillo delantero del avión, se escucharon miles de silbidos y pifias. El ni miró hacia el interior del avión, y se refugió directamente en la cabina.

Finalmente, tras la espera de una hora dentro del avión (más las otras 8 horas que ya relaté), estábamos despegando. El ya insoportable pasajero de atrás mío siguió haciendo comentarios a los que nadie respondía, porque ya era demasiado desubicado... hasta que la remató diciendo "y pensar que todo esto fue culpa de los mexicanos, que se les ocurrió viajar en NUESTRO avión". Cuando le conté esto a algunas personas chilenas les daba vergüenza patriótica, y me dijeron que de haber estado ahí, como chilenos, lo hubieran callado con un "combo en el hocico".

Por suerte, en poco más de media hora llegamos a Santiago, y constatamos que seguía habiendo una densa niebla. Yo estaba segura de que, después de todo lo que había ocurrido, iban a aterrizar sí o sí, aunque no hubiera seguridad, y eso me daba un poco de miedo. Pero finalmente tocamos tierra, y por supuesto, el avión entero estalló en aplausos, como si realmente hubiera sido el viaje de bautismo de los pilotos.

2 comentarios:

chizita dijo...

jajajaja me mato lo de el pollito el pollito. me lo imagino y me muero de risa! es genial!

y lo que más gracia me causó del neoyorquino era que preparara una filmación en español para ser vista por las autoridades de nueva york que dudo mucho tengan la capacidad de entender su idioma...

Walter Albrecht dijo...

bueno.. sí... no falta el chileno desubicado y escandaloso... pero no lo somos todos... jijiji