Desde que llegué a México hace 48 horas, vivo en Cuernavaca, en la casa de un matrimonio encantador que me recibió casi como a una hija. Son dos personas muy cálidas, interesantes para conversar, simpáticos y acogedores con quien los visita, y da mucho gusto verlos relacionarse entre ellos.
Cuando dos personas que han compartido una vida juntos y se conocen como a la palma de su mano, pasan horas dentro de la misma casa y lo que se respira es paz y alegría, quiere decir que lo que hay entre ellos es amor del bueno. Y que han trabajado por cultivar una relación en la que ambos sean felices. Y que se admiran mutuamente por los logros de cada uno. Y que se ayudan en todo. Y... que uno quisiera quedarse a vivir con ellos.
Sí, es una gran tentación para mí, quedarme en Cuernavaca con ellos. Pero no puedo. Hoy fui por primera vez a la Universidad, atravesando todo el Distrito Federal de sur a norte, y pasé más tiempo viajando que en clases. Esto hace que mis horas útiles sean muy cortas, que mi presupuesto no aguante con tanto pasaje, y que el no haber tenido vacaciones antes de empezar a estudiar me empiece a pasar la cuenta. Pero el calor de hogar de esta casa, mitiga mi pena por la separación y las distancias. Y el tener a estos dos seres humanos tan especiales, hace que no esté sola en México.
Hoy venía pensando en el viaje de vuelta: "Llegó la hora. No te acomodes tanto, llegó la hora en que por fin, des el paso y te decidas a vivir sola. Por primera vez en tu vida, tenés que depender de vos misma. Si no lo hacés, nunca sabrás si sos capaz..."
Pero claro, al llegar a Cuernavaca, me bajo del autobús y camino rápido hacia su casa, deseando llegar; y al abrir la puerta, me reciben con alegría y dejan todo lo que están haciendo para escuchar atentamente cómo me fue en mi primer día... y me hacen sentir hija.
Va a ser difícil dar el paso... pero tengo que hacerlo.
en sueños no hay firmeza
Hace 3 días
1 comentario:
ay no me había dado cuenta que nunca viviste sola!!!!!
qué gran paso, hermana!!!
te quiero!
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